IV: Me hechiza.

1K 227 23
                                    

Sai estaba mirando fijamente a Sasuke. Era tanta la tensión que había en el aire, que las moscas habían decidido pasar por otro lado. Usualmente las pocas palabras que salían entre ellos, siempre tenían que ver con algo de la misión y para curiosidad de Sai, con Naruto.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Sai, no era que no estuviera extrañado, pero su vida, le había hecho tener una máscara antiemociones. Quizás por eso Sasuke estaba sintiendo que él se estaba burlando de su situación.

El Uchiha miró hacia los lados, tratando de encontrar algún polizón a la vista. Aún así, con el ceño fruncido fijó su mirada en Sai.

—¿Te gusta Naruto? —preguntó. Sai parpadeo confundido, para luego sonreír a su puro estilo.

Desde que ese Sasuke Uchiha se había unido al equipo, sabía que ciertas cosas no cuadraban a como sus compañeros solían explicar la relación que antes tenían. Ser silencioso le había ayudado en muchas ocasiones a observar más que el resto. Claro, una de esas cosas había sido la curiosa forma en la que Sasuke siempre que podía le hablaba de Naruto. No podría olvidar el brillo que tuvo en sus ojos, cuando le hablo de La Monalisa.

—No. No me gusta. ¿Por qué? ¿Acaso a ti si te gusta y por eso lo miras cada una hora?

—No lo miro cada una hora. —reprochó. Estaba tan molesto que podía sentir su puño arder. Pero eso solo probaría las palabras de Sai y que era un débil que solo podía recurrir a la violencia como único medio de negación. Terrible.

—Uih. Negar las cosas no sirve. ¿Pero a Naruto le gustaras también? He ahí el dilema. Es una cosita que solo piensa en ramen. —señaló, mientras tomaba un pergamino y seguia su camino, dejando en nuevas divagaciones al otro.

Claramente si a Naruto le gustaba algo o alguien, de seguro podría ser correspondido. El chico daba alegría y buena vibra dónde fuera, quien fuera aquella persona que tuviera sus sentimientos, era una persona afortunada.
Sasuke estaba seguro que podría pasarse la vida entera queriendo al rubio, aunque fuera en secreto, porque esa especie de hechizo que cayó sobre él, lo hacía muy feliz con solo ver la sonrisa de Naruto.

Era un sacrificio que estaba dispuesto a cometer, amar en silencio.

Comenzó también a caminar, sin notar que alguien le miraba con extrañeza a unos metros atrás.

MONALISADonde viven las historias. Descúbrelo ahora