Un héroe y Una Yato

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Sentado en la banca de un parque un joven aspirante a héroe deja salir un suspiro cansado mientras mantiene su mirada desigual en sus pies, como si sus zapatos fueron lo más interesante del mundo, aunque la realidad es que no presta real atención a su calzado, su mente está hecha un completo caos, podrá no parecerlo, pero no está de buen humor, su padre siempre encuentra la forma de molestarlo.

Quizá no debió darle el nuevo trato cordial, lo mejor hubiera sido seguir con miradas asesinas y comentarios mordaces, pero sabe que eso solo los llevaría por el camino del resentimiento que intentan dejar atrás, no debe hacerlo, es un futuro héroe y su deber es ser el ejemplo para las nuevas generaciones y sus problemas familiares serian un impedimento.

Pero... ¿que se cree ese viejo de mierda?

Se está metiendo en cosas que no debe y que personalmente a él no le interesan por el momento, sí, en definitiva, está molesto y lo peor de todo es que no sabe qué hacer para que su padre lo deje en paz, tal vez deba darle por su lado o aún mejor ignorarlo, si tan solo el héroe de la llama no fuera tan terco como solo él sabe, resignado en que la mala suerte lo persigue deja salir otro suspiro lleno de frustración.

-¿Por qué estas triste-aru? – escucha preguntar una voz ligeramente aguda y femenina, levanta la mirada encontrándose con una chica quizá de su misma edad que se cubre del sol con un amplio paraguas, con ropas de estilo oriental y completamente rojas, su cabellos es de un tono naranja que podría llegar a confundirse con rojo y lleva dos extraños adornos oscuros a los lados, sus ojos son de un tono celeste claro que parecen el cielo más azul y despejado que jamás hayan visto.

-No es nada – responde con su característica calma, preguntándose ¿qué tan patético se ve para que una desconocida se preocupe?

-Si quieres puedo ayudarte a volver a tu casa-aru – la desconocida saca de sus ropas una caja con tiras verdosas y procede a comerse una.

-No estoy perdido – ni que fuera tan despistado para no saber cómo llegar a su casa o a los dormitorios de la U.A.

-Ah bueno, entonces... lo siento, pero no tengo comida para darte – ella también esta hambrienta, pero como el chico le dio un poco de lastima le ofrece uno de sus preciados sukombus.

-No es eso – por educación el mitad fuego toma uno y lo prueba, es amargo.

-¿Entonces por qué estas triste? –  la chica se deja caer pesadamente a su lado en la banca.

-No estoy triste, solo estoy molesto – a lo mejor por eso le está diciendo cosas que no debe a una completa desconocida, aunque es amable por preocuparse por otros, esa es la esencia de los héroes.

-¿Quién te hizo enojar-aru? – termina su amarga botana y observa a la distancia como unos niños juegan en los columpios – podemos ir a patearle el trasero si te hace sentir mejor.

-¿Por qué quieres saber? – no quiere parecer grosero, pero son asuntos personales que no le agrada divulgar.

-Pues... estoy esperando que se termine el efecto y dicen que conversando se pasa rápido el tiempo-aru – comiendo también, lástima que no tiene dinero.

-¿Efecto? – no entiende de que está hablando – ¿te sientes mal? – ella quiso ayudarlo ahora es su turno.

-Es que el viejo Gengai nos contrató para probar otro de sus locos aparatos y como Gin-chan y Shimpachi comenzaron a discutir me hicieron tropezar y accidentalmente active ese montón de chatarra y llegue aquí.

-Tu eres la que está perdida – medio entre cerro los ojos, la chica solo se encogió de hombros restándole importancia, ha vivido cosas más locas para preocuparse por llegar a este nuevo planeta, dimensión o lo que sea – ¿necesitas ayuda? – siente el deber de no dejarla sola y desvalida, las calles pueden ser muy peligrosas – en la comisaria sabrán que hacer.

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