2.2.- Un cierto punto de vista

13 0 0
                                    

— ¡Rebeca! –mi papá salió del cuarto donde estaba mi tío-. Ya despertó, puedes verlo. Solo te pido que no lo alteres mucho, recién empezó a reaccionar y no quiero que su corazón de problemas tras la operación.

— Sí papá –me levanté de la silla y tomé mi mochila para entrar.

Cuando entré a la habitación, noté que mi tío miraba fijamente la ventana mientras escuchaba el canto de unos pájaros, posiblemente dos o tres según lo que alcancé a visualizar. Una chica de traje azul salió y entonces me acerqué a la camilla.

— ¡Tío! –le tomé la mano derecha en tanto me la dio para saludarme-. ¿Estás bien? Me asusté mucho.

— Apenas desperté... –dijo con una voz algo raspada-. Pero creo que estoy mejor.

— Me preocupé mucho –besé su mano-. Mi papá no me mandó a la escuela porque le pedí mil veces que me dejara verte.

— No me podía ir sin antes terminar de contarte el resto de la historia –sonrió.

Moví la cabeza y rodé los ojos mientras sonreí.

— Creo que por ahora tendrás que quedarte con las ganas porque mi papá me dijo una y otra vez que no podías esforzarte –le sonreí-. Te tendrás que aguantar como buen wookiee.

Nada más cerró los ojos.

— Estuve... Fui a tu casa para buscar algunas cosas –tragué saliva.

— Ya imagino que encontraste las memorias –volvió a sonreír-. O, como los llamo, mis holocrones.

Me quedé muda y él sonrió.

— No hay problema en ello –dijo-. Es más, tenía pensado darte la caja en algún momento.

— ¿De verdad? –me sorprendí.

— El que más quería enseñarte es el noveno –tosió un poco.

— ¿Quieres agua? –salté.

— Bueno –asintió-. No me extraña que ya lo revisaras.

Sentí un calor en las mejillas.

— Perdóname por no decirte la verdad –sus ojos se volvieron tristes.

— Tranquilo –le acerqué el vaso cuidadosamente para que bebiera-. De todos modos, me gustó más el final que me contaste que el del libro.

— Dudo que te quedaste en eso –exclamó-. ¿Ya hojeaste el segundo tomo?

— Sipilipi, leí el primer capítulo –asentí-. Lloré con la última canción... Y encontré algo más.

— ¿Qué cosa? –se notaba una falsa sorpresa.

— Un cuadro –lo extraje de la mochila-. Sé que eres tú, pero la chica. ¿Quién es?

Volvió a toser.

— Es... ella... –dijo con dificultad-. Es... "mi valquiria"

Abrí grande los ojos.

— Es una réplica del dibujo que hice a partir de la foto que me tomé con ella para la defensa de anteproyecto –habló con lentitud-. Ese lo hice lo hice en diciembre de 1983.

— ¿Y el original? –levanté una ceja.

— Lo tiene ella –aclaró la garganta.

Tomó el cuadro con ambas manos y extendió el pulgar derecho para acariciar el rostro de la chica, sus ojos se volvieron vidriosos al tiempo que una tímida sonrisa se dibujó en sus labios. Me impresionaba que, aun cuando han pasado treinta y cinco años, todavía recordara con emoción a su "valquiria", se podía notar el gran amor que todavía le tenía.

— Supuse que ella es tu valquiria por la emoción que transmitiste al dibujar y por la felicidad con que te retrataste a su lado –le di un dulce abrazo intentando no causarle molestias debido a su operación.

Sus ojos se llenaron de lágrimas.

— Ups –me alarmé-. Perdón, creo que fue mala idea.

— No... –dijo casi enmudeciendo-. Es solo que me trae muchos recuerdos.

— Si quieres, la dejaré en el velador para que te cuide y la puedas ver –me separé de él para tomar el cuadro.

— Gracias –sonrió mientras se secó una lágrima fugitiva.

Me volví a sentar en la silla junto a la camilla en tanto hice mi cometido.

— Guardaré tus tesoros y los cuidaré mucho –le sonreí mientras volví a tomarle la mano.

— Mi pequeña –me sonrió-. ¿Cómo está Cristian?

— Bien, se asustó al creer que tuvimos un accidente producto de tu crisis y desde entonces no ha dejado de preguntar por nosotros. Te envía muchos saludos.

— Siento haber arruinado tu momento –cerró los ojos.

— Lo importante es que estás bien –le besé la mano-. Eres muy importante para mí y lo sabes.

Alzó la vista para mirar el jarrón y entendí que quería otro poco de agua, ante lo cual le serví nuevamente en el vaso y se lo di con cuidado.

— Gracias –aclaró la garganta-. ¿Viste el casete sin etiqueta? Recuerdo que lo dejé junto a la caja.

— Con la emoción, no lo vi –hice una mueca-. Además, me metí "a la mala" porque le pedí ayuda a Carmen y a Cris. Mi papá no tiene idea.

— Tranquila –sonrió.

— Solo tengo una pregunta –salté.

— Dime –se mostró sorprendido.

— ¿Por qué el libro? –pregunté-. ¿Por qué dedicaste todo un libro a María?

Respiró lo más hondo que su condición le permitía.

— No es una respuesta sencilla –se puso serio-. En su momento, Sandra me hizo casi la misma pregunta porque consideró que dedicar todo un escrito a una persona era un gesto demasiado grande... María fue un elemento de quiebre en mi vida, uno positivo. Ella me hizo redefinirme y, si no logré hacerlo en su totalidad, al menos tuve la intención de esforzarme por salir de la burbuja, romper el grueso escudo que mantuve intacto por casi toda mi vida hasta entonces.

— Sé que hay una razón más detallada en el libro, pero temo encontrarme con cosas que no me gusten –dije con temor.

— No es un libro puramente rosa si es lo que buscas –acotó-. Ya viste que en lo que pude contarte hay toda una variedad de situaciones y en alguna medida las supe sortear. Braulio teme que tú termines "contaminada" por mis experiencias y acabes siendo una chica asocial, pero lo que él quiere de ti es algo aún peor.

— Sé que no debo descuidar mi futuro, pero tampoco puedo posponerme –bajé la mirada-. Soy muy pequeña en un mundo demasiado complejo y no niego que tengo miedo de fracasar...

— No, no debes pensar así –acarició mi mano-. Eso es lo que no quiero que hagas. Tampoco te digo que andes cual temeraria por el mundo, haciendo y deshaciendo antojadizamente porque bien podrías terminar con consecuencias de las que te vas a arrepentir por toda tu vida. Vive tu tiempo, pero no te estanques ni te cierres.

Lo miré emocionada y él me obsequió una dulce sonrisa. Justo entró mi papá y fijó su mirada en el cuadro, haciendo que su mirada se volviera tosca.

— Le había pedido que lo buscara días antes de mi crisis –se adelantó a decir mi tío.

Mi papá no movió ni un solo músculo, tan solo se dirigió a los pies de la cama para extraer la carpeta y consultar los signos vitales en el monitor a fin de registrarlos.

— Es momento de que mi hermano descanse –dijo en lo que devolvió la carpeta.

Miré afligida a mi tío y él solo cerró los ojos mientras extendió su mano para despedirse.

— Te veré mañana –dijo en lo que besó mi mano.

— Cuídate mucho, te quiero –le sonreí.

It's you o la historia de cómo enfrenté mis miedosWhere stories live. Discover now