Dolor

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El rubio se removía entre sus sábanas. La luz le despertaba con su radiante caricia. Podía escuchar los fuertes pasos de sus temporales compañeros de cuarto. Y, como no, sus réplicas y quejidos de los unos a los otros.

-Maldita sea... Cartman, ¿has visto mis, ¡puta!, pantalones?-

-¿Y a mi que me cuentas? Quizá están encima de la mesa, o alguno seguro se ha echado encima de ellos.-

Abrió los ojos, encontrándose con la imagen de dos de sus tres amigos. Uno de ellos simplemente miraba su teléfono, apoyando la espalda en la cama, completamente vestido, mientras que el otro simplemente llevaba sus boxers y su camisa de pijama, buscando como un neurótico sus pantalones por el cuarto.

-¡Ah, joder!¿Dónde estarán?- el chico giró la cabeza y se encontró la cara de recién levantado de su amigo, quien se notaba que estaba de mal humor. -Tweekers, ¿has visto mis pantalones?¡No los, ¡joder!, encuentro!-

-Ni p-puta idea.- se talló los ojos, permaneciendo sentado encima de la cama. Dió un pequeño bostezo y se levantó.

-Anda, voy a hacer algo para desayunar.- el chico huesos grandes salió del cuarto, cerrando la puerta tras si, dejando a los dos chicos solos.

Escucharon otra puerta abriéndose. Del cuarto de baño de Tweek salió una pelinegra, ya cambiada.

-¿Todavía estáis así?- preguntó la chica, colgándose la mochila en el hombro.

-Sí, ¿te molesta?- contestó el cafeinómano de mala gana. Simplemente se levantó y comenzó a buscar su ropa en el armario.

Thomas y Nichole se acercaron el uno al otro, alejándose del rubio.

-¿Qué le ocurre a este?- preguntó la chica en voz baja, irritada y preocupada. No era común que el rubio le hablase de esa manera.

-No lo sé... Ayer me lo encontré en la terraza a las tantas de la noche.-

-Ay, ya no sé qué hacer con él...- la chica se acaricio la cabeza con la mano. Aquello le superaba. Quería cuidar de su amigo, pero parecía que aquello iba a ser muy complicado.

De repente, unos pantalones cayeron en la cara de Thomas, asustando a ambos chicos.

-Toma.- el rubio había acabado de vestirse y había lanzado uno de sus pantalones a Thomas para que pudiera vestirse. -Quédatelo.-

Metió las manos en los bolsillos de su chaleco negro y salió de la habitación dejando ambos chicos solos, mirándole.

Al comenzar a bajar pudo sentir aquel delicioso olor. Fruta fresca. Bacon al punto. Harina y huevos convertidos en una masa dulce. Aquellos olores comenzaron a envolverlo en felicidad y hambre.

Bajó las escaleras aún más rápido y entró en la cocina, encontrándose con Cartman usando una sartén cubierta de mantequilla y una masa que comenzaba a volverse dorada.

Encima de la mesa había algunas tiras de bacon hechas a la perfección y cuencos de fruta limpia y hecha daditos. Todo colocado ordenadamente, dando una agradable sensación de orden y estabilidad.

-¿Cuántas tortitas quieres?-

-¿Eh?- musitó confundido.

-¿Qué cuánta tortitas quieres?- le enseñó la sartén, que llevaba una tortita apunto de hacerse.

-Dos... supongo.- se sentó en una de las banquetas de la mesa y apoyó su cabeza en su mano, mirando hacia el blanco y brillante bol de porcelana dónde reposaba la fruta.

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