04 : la bomba con gafas

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—Levántate, dormilón, ​​a quien madruga Dios le ayuda. –Una voz cortó de sopetón mi agradable sueño y gruñí rodando sobre la seca y áspera hierba. Ahora era un fugitivo, el tipo de trabajo en el que uno tenía que levantarse temprano por la mañana.

—No creo en Dios, y de todas formas no creo que me ayude –gruñí, abriendo un ojo para ver un par de botas gastadas. Alzando la mirada, suspiré derrotado, me puse en pie y me quedé frente a Akira, quien sostenía un casco que me entregó.

El sol apenas se podía distinguir en el horizonte, proyectando suaves tonos de naranja y rojo sobre los edificios de la ciudad y las solitarias calles. Una imagen perfecta.

—¡Buenos días, Troplis! –no pude evitar gritar con las manos en las caderas. Akira pasó junto a mí, bloqueando mi vista de la ciudad y mis ojos lo siguieron. Parecía estar alejándose, dejándome atrás– ¡Oye, espera! –grité sorprendido tropezando tras él y cogiendo el casco que me había dado. Apenas me echó un vistazo, caminando sobre la colina cubierta de hierba.

—Te dije que me siguieses el ritmo. Nos montaremos en mi moto y nos iremos de la ciudad. Si nos movemos lo suficientemente rápido podremos llegar a ella antes de que la patrulla comience sus rondas en ese lado de la ciudad.

Eso explicaba el casco en mi mano. Mi estómago se encogió dolorosamente y suspiré dándole palmaditas con tristeza.

—¿Y qué hay del desayuno? –pregunté. Él me miró confundido.

—¿A qué te refieres?

—¿No hay comida? ¿No hay nada? –jadeé. Qué escándalo. Akira parecía incómodo.

—Nunca desayuno.

—¡Pero el desayuno es como, la comida más importante del día! –No había comido nada desde aquellas cosas raras y mohosas en el refugio, y sentía cómo mi estómago se estaba digiriendo a él mismo. Akira se encogió de hombros sin mirar atrás, sabiendo bien que no tenía respuesta para eso.

—Primero encontremos la moto y ya hablaremos de esa parte luego.

[ • • • ]

—Ahí está ella –susurró Akira mirando a la esquina de la calle. Asomando la cabeza bajo la suya, también observé la motocicleta. Estaba oculta de forma segura dentro de un arbusto. La ciudad aún estaba vacía, pero aún así era mejor andar con cuidado.

—¿Ella? ¿Es una chica? No sabía que estuvieras tan solo, tío –susurré. Akira golpeó bruscamente la parte superior de mi cabeza con un dedo para callarme.

—Cúbreme –fue todo lo que dijo, entregándome un desintegrador. Lo cogí con cuidado, tanto que casi se me cayó. Antes de que pudiera protestar, Akira ya se había ido en silencio, aprovechando el cobijo de las sombras mientras se acercaba a la motocicleta. Nervioso, vi como la sacaba lanzando miradas furtivas a su alrededor.

Era hora de irse.

Me apresuré a seguirle, con el blaster aún en mi mano. Fue entonces cuando escuché el familiar clic y el sonido inconfundible de la concentración.

No me preguntes cómo lo conozco, lo conozco y punto.

Y mi cuerpo, una vez más, se movió antes de darle permiso.

OH! LEANDRO. leakiraWhere stories live. Discover now