IV

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No suelo preocuparme mucho por saber quiénes estarán en las mismas clases que yo. Solo me aseguro de que Dulce no esté. Cuando publican las listas de alumnos matriculados en cada asignatura, le doy una revisada rápida y continúo con mi vida.

- ¿Qué miras? - me pregunta Ximena.

- Nada - respondo mientras giro la cabeza hacia otro lado para disimular.

Creo que Luna tampoco sabía que Álvaro iba a estar en nuestro salón porque no veo ninguna expresión en su rostro.

Mientras el profesor entra al salón por la puerta trasera, nosotros entramos y nos sentamos en la fila del medio. Álvaro y Dulce están en la primera fila, frente a la mesa del profesor.

Pensé que Dulce sería la única chupamedias de la clase, pero Álvaro estuvo toda la hora participando. Un poco más y limpia la pizarra al final de la clase. Cuando el profesor pidió que nos presentemos, le contó toda su vida, hasta lo que hizo en las vacaciones. Y cuando el proyector no prendía, salió corriendo a llamar al encargado.

Al terminar la clase, Ximena nos hace salir corriendo del salón porque quiere ir a comprar comida antes de que inicie su próxima clase. Mientras estamos en la fila esperando que la atiendan, Álvaro pasa con su grupo de amigos. Dulce no está con ellos. Creo que no se conocen.

Mientras buscamos donde sentarnos, busco disimuladamente a Álvaro y lo veo caminando de la mano con una chica. Como Ximena ya se fue a su clase, puedo hablarlo con Luna.

- ¿Sabías que iba a estar en nuestro salón? - le pregunto en voz baja para que nadie más escuche.

Luna niega con la cabeza mientras come una manzana.

- Supongo que entró con ampliación - responde al cabo de un rato.

Eso tiene mucho sentido porque recordaría haber visto su nombre en la lista de alumnos matriculados.

- No entiendo como puede estar caminando de la mano con su novia, si en Tik Tok dice que es gay - le digo molesto a Luna mientras impido que continúe comiendo su manzana.

Luna aparta mi mano de su antebrazo y pregunta - ¿Por qué tan interesado en saber si Álvaro es gay o no? -

.

Para la clase de hoy, el profe nos pidió que hagamos una pequeña exposición presentando una propuesta para nuestro trabajo final. La tarea era bastante sencilla, pero mi grupo se esforzó por estresarme y hacer que demoremos en terminarla. Yo terminé de redactar y corregir el Word, pero el Power Point para la exposición lo tenía que terminar el resto. A pesar de que la propuesta era buena y al profe le gustó, la presentación fue un desastre. Varios integrantes de mi grupo no sabían ni qué parte les tocaba exponer. Solo yo y Luna expusimos bien. Ximena llegó tarde y el profe no la dejó entrar al salón.

- Mira a quien le toca exponer - me dice Luna.

Luego de la vergüenza que pasamos, regresé a mi asiento y me eché apoyando la cara sobre el escritorio. Cuando Luna me habló, desperté y vi a Álvaro y su grupo exponiendo con una presentación en Power Point hermosa. Brillaba de lo perfecta que era. Aunque luego de quince minutos de escucharlo, ya todos estabamos cansados, porque su grupo avanzó prácticamente todo el trabajo final y recién estamos en la segunda semana de clases.

- Este trabajo está bastante completo... - dice el profesor quien parece que se acaba de despertar. No lo culpo, no fue el único que se quedó dormido por la exposición tan larga.

Álvaro se ve bastante orgulloso. Su sonrisa ocupa la mitad de su cara. Qué blancos son sus dientes.

- ... pero no es lo que pedí - agrega el profesor.

La sonrisa de Álvaro desaparece. Y por algún motivo, ahora yo estoy feliz.

- Pero, pero... - trata de justificarse.

- No digo que está mal lo que hicieron, pero tienen que respetar el orden y cronograma del curso - continúa el profesor.

Me siento mal por su grupo, pero soy feliz de que el mío no haya sido el peor. En verdad, omitiendo que nuestra exposición salió mal, diría que tuvimos el mejor trabajo. Además, quién le pidió a Álvaro que avancé tanto. Solo tenían que decir la propuesta de tema. Eso le pasa por querer resaltar y quedar bien frente al profesor. Encima tuvo varios errores. 

Mientras Álvaro regresaba a su asiento, nuestras miradas se cruzaron. Él se veía deprimido. Yo le sonreí. Más que una sonrisa amable, fue una sonrisa de victoria.

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