Escondites

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Joaquín POV

Habíamos quedado lo suficientemente llenos con las hamburguesas, así que cuando salimos del estudio decidimos comprar algo más ligero en el supermercado, unas cuantas frituras y galletas junto a un paquete de cervezas. Condujo hasta las afueras de la ciudad, hasta una saliente en la carretera.

―Tendremos que dejar la camioneta aquí. ―lo miré con una ceja alzada, estábamos rodeados por vegetación y estaba oscuro afuera. ―No pasa por el camino.

― ¿Cómo encontrarte el lugar entonces? ―exclamé confundido.

―Traía la moto. ―respondió encogiéndose de hombros, incline la cabeza mirándole casi indignado.

―Si sabías que solo la moto entraba, porque trajiste esta cosa. ―murmuré tomando las comida del piso, él frunció la nariz estirándose para jalar una manta que llevaba en el asiento de atrás.

―No sabía si ibas a aceptar venir conmigo. ―explicó sonriente, puse los ojos en blanco y terminé por sonreírle de vuelta, extrañaba un poquito las irreverentes situaciones en que terminaba por él. ―Anda, te va a gustar la vista.

Una vez estuvimos frente a la camioneta entrelazo nuestras manos llevándome por un sendero oscuro rodeado por árboles y arbustos. Llegamos a una especie de acantilado escondido del resto del mundo, desde donde se podían ver las luces de la ciudad.

Tenía razón, la vista era preciosa.

No había un lugar específico para sentarnos, generalmente no los había en los escondrijos de Emilio, pero él señalo una roca lo suficientemente alta y grande para que los dos pudiéramos sentarnos cómodamente, primero me ayudo a subir y después él hizo lo propio dejándonos a los dos mirando la ciudad.

―Es bonito. ―admití sonriendo, observando la ciudad a nuestros pies, el ruido ensordecedor ni siquiera llegaba a nosotros y las luces eran solo puntos a lo lejos.

―Muy bonito. ―confirmó tomando mi rostro por la barbilla para besarme castamente, correspondí con una sonrisa de lado.

―Dijiste que ibas a portarte bien. ―susurré sobre sus labios, ahora fue su turno de sonreír, pero no detuvo sus besos mariposa y tampoco era que me quejara, me gustaba besar a Emilio, era bueno en ello y me traía una sensación extraña al cuerpo que disfrutaba bastante.

―Me estoy portando bien. ―murmuró coqueto, tomó mi labio inferior entre sus dientes, logrando que abriera la boca para darle acceso a su juguetona lengua, envolvía la mía en una caricia lenta y pecaminosa, mientras sus manos me sostenía por el cuello y mis dedos se enganchaban a su chaqueta. El aroma de su colonia me removió los recuerdos, se la regalé hacía tres años, en su cumpleaños veintiuno y desde entonces no dejaba de usarla.

Nuestros besos se alargaron uno tras otro, a veces sentía que Emilio me traía a sus escondites porque sabía que aquí nadie iba a interrumpirnos, no íbamos a jugar, solo disfrutaríamos de nuestras caricias como pocas veces lo hacíamos, era como volver a la preparatoria, cuando nos enamoramos por primera vez.

Terminé recostado contra su pecho en silencio, tenía nuestros dedos entrelazados y con su mano libre me rodeaba por la cintura, una de sus piernas estaba entre las mías, sus labios dejaban un camino por mi cuello y yo lo dejaba hacer, mientras me llevara a casa sin acostarnos todo estaba bien.

― ¿Cómo terminaste en el club esa noche? No es la clase de lugares que te gustan. ―murmuré jugando con sus dedos entre los míos, me sentía relajado como no lo había estado en toda la semana.

―Roy quería ir, se acaba de mudar definitivamente a la ciudad y tenía ganas de festejar. ―explicó acariciándome con los labios en cada palabra dicha, dejándome la piel erizada.

Mi ExWhere stories live. Discover now