vigésimo tercer capítulo.

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Vigésimo tercer capítulo (Final): Destinados.

Ese día en especial estaba algo opaco, las nubes oscuras tapaban al sol y hacían que todo se viera de un tono grisáceo. Todas las personas cargaban un paraguas porque ese cielo solo predecía lluvia.

HyungWon se encontraba durmiendo plácidamente en su cama, con su mejilla apoyada en la almohada y sus pies colgando del colchón, hacía algo de frío esa mañana, pero a HyungWon siempre le gustaba dormir con un pie afuera; muy diferente a su esposo que siempre dormía bien cubierto, y en la misma posición que se acostaba despertaba al otro día. Envidiaba un poco su buen dormir, pero sabía que a su esposo no le molestaba que él se moviera tanto, o que incluso a veces colocara una pierna sobre sí, le decía que ya estaba tan acostumbrado a ello que ni siquiera podía conciliar sueño cuando no dormía con él.

El reconocido timbre de su teléfono comenzó resonar por toda la habitación, lo cual molestó a HyungWon incluso dentro de sus sueños, así que soltó un quejido, abriendo lentamente uno de sus ojos.

—Cielo, apaga mi teléfono —murmuró. —Por favor, amor.

Pero nadie le respondió, el teléfono continuaba sonando y se empezaba a desesperar, odiaba despertarse de esa forma y no con besos o con uno que otro toqueteo. Finalmente soltando un gruñido se levantó de su cama, tomando el teléfono entre sus manos, pero antes de poder contestar la llamada se cortó. Luego de desbloquear su teléfono, revisó el historial de llamadas viendo que se trataba de nada más que HwaSa, pero le preocupó un poco tener tantas llamadas perdidas.

Soltó un bostezo, rascando su ojo con el dorso de su mano, dejando de lado su teléfono y con la intención de tirarse de nuevo a la cama, pero una visteada a su habitación lo detuvo.

Un pequeño quejido tembloroso salió de sus labios cuando sus ojos se pasaron por las paredes de un color gris soso, nada decorándolas, y la pequeña ventana de su habitación iluminando muy poco todo el lugar.

—¿HoSeok dónde estás? —preguntó con voz temblorosa, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas.

Se levantó de su cama, paseándose por su habitación con pasos lentos, mirando todo de forma anonadada, con miedo de tocar algo.

—N-No es gracioso —sin querer soltó un sollozo. Salió de su habitación, caminando por el pasillo hasta que dio con la sala de su apartamento.

Los mismos sillones sin gracia y para nada cómodos, también una pantalla plana grande junto a ellos, que si lo pensaba mejor era algo completamente inútil, nunca veía televisión allí, siempre estaba trabajando y no le quedaba tiempo.

—Jae, bebé ¿Dónde estás? —preguntó de nuevo, cruzando la sala hasta llegar a la cocina. Para este punto sus ojos estaban completamente enlagunados, con lágrimas cayendo de ellos. —¿D-DoDo?

Al no recibir respuesta y darse cuenta finalmente que estaba solo en aquella casa, que era su apartamento de soltero y que tal vez todo lo que había vivido y sentido no había sido más que un sueño, empezó a soltar sollozos mientras más lágrimas caían de sus ojos. Caminó de nuevo por su hogar con lentitud, deteniéndose en un espejo que tenía en su pasillo, notando como otra vez su cabello era rubio cenizo, como ya no estaban sus cabellos largos y oscuros que a DoDo tanto le gustaban tirar y a su esposo admirar. Pasó sus manos entre su cuero cabelludo mientras soltaba más lágrimas de nuevo. No podía ser cierto que solo se trató de un sueño.

Su teléfono comenzó a sonar en su habitación, llamando su atención, así que se apresuró a alcanzarlo corriendo hasta su habitación y tomándolo en manos; vio que se trataba nuevamente de HwaSa, así que no dudó en contestarle.

Dear future husbandWhere stories live. Discover now