C A P Í T U L O Ú N I C O

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A las personas les encanta creer que lo sabentodo. Dicen e imponen cosas como si nada, asumiendo que son verdad.

Ello no siempre ha sido malo, los avances de la humanidad son gracias a personas que pensaban así y quisieron avanzar más allá de lo establecido.

Con el paso del tiempo, hoy vemos muy pocas personas así... No muchos se atreven a desafiar los límites y prefieren la cómoda mediocridad, y si no, son tachados de problemáticos, malos y locos.

Más si se es adolescente.

Esta historia que les vengo a contar se trata un poco de eso. Si tuviera que resumirla, podría citar una famosa frase como "Los opuestos se atraen", pero pienso que más que diferencias, estos chicos tenían más similitudes.

Para empezar, ambos pasaban en la oficina del inspector.

Asistían a un liceo público, de esos cuyo nombre es de personaje chileno, ya sea poeta, cantautor, santo, y que nadie pesca. Donde las mesas se rayan hasta el último rincón y las sillas se rompen en los recreos.

Sin embargo en este liceo, eran bastante tranquilos y poco traviesos.

Las cagás se las mandaban en los últimos días de clase en cuarto medio, cuando tenían el permiso para hacerlo por salir a la vida laboral. Porque muy pocos en ese liceo querían estudiar, ni siquiera por no tener plata, o el puntaje suficiente, sino porque no habían las ganas.

Gerard era distinto. Era del cuarto medio A, quienes tenían buenas notas, pero se pasaban por la raja igual las clases, eran puros memoriones culiaos. Pero él tenía una mejor percepción del estudio, sabía que eso era lo único que lo sacaría de ese hoyo. Pero poco se podía hacer en un liceo como ese, por lo que sus intervenciones en clase eran muy seguidas.

Los profes poco y nada hacían para enseñarles algo a esos adolescentes sin ganas de aprender. Pero el de tez blanca les sacaba en cara todo lo que hacía mal como docentes. Les corregía la información que entregaban en historia, les alegaba los métodos de resolución en matemática, se quejaba de la mala calidad de literatura que leían en lenguaje y comunicación, peleaba porque no aprendían de buenos músicos chilenos en artes musicales y le hinchaba las weas al de ciencias por su poca pasión en el área de investigación sobre el entorno.

Era un cacho en la clase pa todos los profes y lo tildaban de insolente y maleducado, sin embargo Gerard procuraba hacer todas sus observaciones con el lenguaje más refinado posible, jodiéndole más la existencia al profe.

Por eso, siempre lo mandaban a inspectoría, donde el viejo Cáceres tampoco hacía nada por corregir al cabro, sabiendo que le contestaría algo inteligente y su orgullo se iría a la mierda, incluso si abusaba de su poder, la weaita le quedaría rondando en la cabeza, así que lo evita.

Mientras que en el cuarto medio C, el curso más desordenado, aunque no mucho, porque eran unos pajeros de mierda... Ahí asistía Frank.

Diecinueve años, por haber repetido quinto básico. Con tatuajes en los brazos, manos, cuello y quién sabe más, dos piercing, uno en la nariz y el otro en el labio, expansiones en las orejas, conocido por haberse hecho moicanos en cierta época, ahora dejaba crecer su cabello castaño normalmente, y para rematar un polerón negro que no era el típico de cuarto medio con el monito feo pegado en la espalda.

Frank era otro tipo de sujeto problemático. Le gustaba fumar en el patio, escuchar música en clases y escaparse de la clase de educación física.

Le va terrible en las pruebas, ni se esfuerza. Varias veces dejó la prueba en blanco, a modo de protesta por alguna injusticia del profe.

No tenía interés alguno en estudiar después, sólo acabar el colegio e irse lejos. Asistía porque su madre, siendo hermana del director, le rogó a este que se asegurara de que terminara cuarto medio por lo menos y que no terminara en la calle, pues ella no se encontraba en el país.

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