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-Abby... -la voz moribunda del hombre mal herido sobre la cama repitió por décima vez en aquella noche, moviendo lentamente la cabeza de un lado a otro mientras se enfrentaba a su propia inconsciencia. Sudaba, su frente permanecía brillante ante la luz que ingresaba desde el pasillo amarillento y le daba una expresión enferma y desvariada-. Abigail...
Lantom y la hermana Maggie lo miraban desde la puerta con los brazos cruzados. El orfanato se encontraba silencioso por aquellas horas, donde los niños dormían pacíficamente y la iglesia a la que se encontraba conectada permanecía cerrada al público. Lo único que interrumpía aquel silencio era el nombre de aquella mujer desde los labios del hombre que aún no despertaba. Y ninguno podía hacer nada por detenerlo, nada para calmar la ansiedad que en él crecía, era imposible para ellos poder ayudar a Matt Murdock más que con sus graves heridas de batalla.
-Debes llamarla, Lantom. Lo sabes incluso mejor que yo -dijo la mujer luego de varios segundos de silencio con cierta desesperación, esperando que él pudiera entrar en razón. A fin de cuentas, Paul Lantom era el único de todos ellos que contaba con el celular de la mujer para poder comunicarse con ella, porque recibía las donaciones abundantes que Abigail Crowell y su novio Patrick Marks daban al orfanato cada mes-. Sabes que por alguna razón él la está llamando, no podemos ignorar su único pedido.
-Tú sabes que no terminaron su relación de la mejor manera posible -le recordó ladeando la cabeza hacia ella. Desde su lugar podía notar que una de las vendas se cubría de sangre lentamente, dejando ver que la herida seguía bastante mal bajo ésta-. No querrá venir, por ninguna razón.
-Deberás convencerla para traerla aquí, sin importar que ocurra -ella se giró hacia él, hablando con severidad-. Ella podría ser la única razón para que él despierte, y también para curar su alma. Abigail podría ser la única aquí que logre que Matt finalmente pueda regresar.
-Eso lo dudo mucho -admitió intentando verse tranquilo, pero el rigor de la mujer frente a él lo hacia tambalearse sólo un poco-. No deberíamos molestarla, tampoco volverla parte de este secreto, y tú deberías estar de acuerdo con ello.
