Prólogo

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Sed.

Eso fue lo primero que sentí en cuanto mis ojos se abrieron. 

Lo segundo, fue odio, un odio que incluso me quemaba las entrañas. 

Parpadeé repetidas veces, mientras mi pecho subía y bajaba por la respiración agitada. Me incorporé y miré a mi alrededor. 

Estaba sentada sobre una mesa de piedra, remplazando a mi hermana, que había estado allí antes que yo. Junto a esta, había otra mesa idéntica y sobre ella, el vampiro que yo había matado; el mismo que había asesinado a mis padres.  Seguía recostado, con los ojos cerrados y el corazón detenido.

Bajé de la mesa de un salto y sentí que todo se movía a una velocidad distinta. Mis ojos podían ver muchos más detalles de aquel lugar; incluso divisaba cada gránulo de la piedra que formaba las paredes.

 Sin demasiado cuidado me quité la aguja que tenía clavada en el brazo, aquella que habían estado usando para extraerme hasta la última gota de sangre humana y dársela a Nicholas, el vampiro por el que me habían traicionado. 

Sopesé por un segundo la posibilidad de buscar una estaca y clavársela en ese mismo momento, por si existía la más mínima posibilidad de que reviviera. Pero la idea se borró tan rápido como regresaron a mí los recuerdos de mis padres torturándome. Después de todo... Tal vez merecían morir más ellos que él. 

Caminé hacia la puerta y salí al corredor. No sabía en que momento del día estaba, pero el silencio era absoluto, así que supuse que todos estarían durmiendo. Recorrí el ala oeste de la casa y me detuve en lo alto de la escalera central. Aún llevaba puesto el vestido de la fiesta de Navidad, pero el árbol ya no estaba allí, ni los invitados...

Levanté un poco la tela para no tropezarme y comencé a bajar, sintiendo que la luz de la lámpara de araña me cegaba.

– April – la voz de Cedric sonó incluso antes que su figura apareciese desde la cocina. 

Terminé de bajar la escalera en el preciso momento en que él se acercaba, mirándome con aquellos ojos profundos de los que en algún momento me había enamorado y que ahora solo me generaban más rabia. 

– Necesitamos hablar de todo lo que pasó– me dijo casi como si sintiese alivio por verme allí de pie – tenía miedo de que no volvieras a despertarte... Tenía tantas cosas que decirte...–

– Pues quédate con todo lo que tengas que decir, porque no me interesa escucharte– respondí seca, mirándolo con una expresión tan vacía que me hacía parecer más muerta de lo que ya estaba. 

Le di la espalda y me encaminé hacia la puerta. 

– ¡Espera! No puedes irte así... – Cedric me tomó del brazo y tiró de mí para que me detuviese. 

Mis pies se clavaron en el suelo, me solté de un manotazo, sintiendo que el corazón me latía en los oídos y la visión se me volvía roja. Me volví para mirarlo y él abrió la boca para seguir hablando pero algo en mi expresión debió acallarlo. 

– ¿No puedo irme así? ¿Por qué? ¿Aún me necesitas para algo? ¿No te parece que ya me usaron lo suficiente? – las palabras salían de mi boca filosas, deseando que al menos una de ella lo hiriera. 

– ¡No quiero que te vayas porque estoy enamorado de ti! ¡Por que lamento todo lo que hice! ¡Lamento como salieron las cosas! Yo te quiero...– Cedric parecía realmente mortificado, pero vamos... Me había mentido todo ese tiempo, seguramente era otra de sus actuaciones. 

– No, no me quieres– dije casi escupiendo las palabras– si me hubieses querido, aunque sea un poco, jamás habrías permitido que jugaran con la vida de mi hermana. Y no solo no te alcanzó con eso, sino que preferiste usarme para ayudar a tu hermano, jugaste con lo que yo sentía, te acostaste conmigo y todo fue una gran y absoluta mentira– 

– No es una mentira lo que siento por ti– 

– Eres un hipócrita Cedric, me das asco. No esperaba nada de ti y aun así encontraste la forma de decepcionarme– 

– April, por favor– me pidió él, intentando sostenerme el rostro con una de sus manos, pero aparté la cara y retrocedí.

– Jamás intentes volver a acercarte– me giré y caminé hacia la puerta, clavando los tacones en el mármol. 

Empujé la puerta con ímpetu y salí, comenzando a correr cada vez más y más rápido. 

Como si no fuese suficiente, fuera llovía. Las gotas frías me empaparon en una milésima de segundo, mientras pensaba a dónde podría ir. Cualquier vampiro estaba más que descartado, eran unos mentirosos, abominables y despreciables seres de los que no quería saber absolutamente más nada. Regresar a casa tampoco era una opción. No quería volver a pisar ese lugar en el que me habían torturado por años y además... Mi hermana era una cazadora de vampiros ¿Cómo se suponía que le diría? ¿Qué me había convertido en uno? 

Jamás me dejarían refugiarme en una iglesia y mi sed era tanta que realmente temía acercarme a cualquier humano. Necesitaba alejarme, tanto como pudiera, de todos y de todo. Seguí corriendo, sintiendo que las cosas a mi alrededor se movían más rápido que nunca. Las gotas de lluvia parecían clavarse en mi piel cada vez que avanzaba. 

Sin darme cuenta corrí tanto que incluso salí del pueblo, avancé por la ruta, mientras algunos coches pasaban a mi lado y tocaban bocina. No me importaban, ni ellos ni nada. Mi corazón latía tan fuerte que parecía querer estallar, mi respiración estaba cada vez más agitada, mi visión cada vez más roja por la rabia que sentía y yo... Estaba cada vez más perdida. 


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Sed de Sangre (2)Where stories live. Discover now