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Daniel estaba nervioso, era un sábado cualquiera, día donde usualmente la pasaba con su padre para ver unas películas, series o hacer algo juntos, tradición padre e hijo, pero ese no era el problema. El problema era que no le avisó sobre la visita que tendrían en el almuerzo, esa era la primera parte del plan y ya había fallado. Su papá odiaba las sorpresas e imprevistos, ahora mismo él estaba cocinando una lasaña y seguía sin encontrar el momento indicado para decirle que Jihyo iba a acompañarlos hoy en la comida.

Estaba muerto del miedo.

Miró a Nala, la gatita café que rescató cuando era una recién nacida y que siempre de alguna manera u otra lo apoyaba, era una conexión un tanto extraña entre ellos, pero especial. Vio como la gatita le maullaba y miraba a su padre, para luego volver a maullarle con más ahínco como reclamándole algo, repitiendo la acción hasta que por fin decidió ir hacia donde se encontraba el mayor.

Hasta la gata tenía más valentía que él, esto debía ser una jodida broma.

Lentamente entró a la cocina, observando a su progenitor, buscando el momento indicado para hablar.

Yoongi estaba limpiándose las manos, con un gesto de orgullo en su rostro al haber logrado vencer a su enemigo mortal, la lasaña. Él se consideraba un buen cocinero, no tenía un conocimiento variado y no sabía muchos secretos al respecto, pero podía defenderse, no era por presumir, pero todo lo que preparaba estaba para chuparse los dedos. Siempre pensó que era mejor la comida hecha por uno mismo o la familia, que por otros desconocidos, por tal razón, él no había aceptado a la cocinera con un currículum de más de dos hojas y estudios en una escuela culinaria de alto renombre en Francia que le habían enviado los abuelos de su hijo. Los odiaba y quería evitarlos lo más que pudiera, solo los soportaba por Daniel.

Sin contar que tenían una ideas un tanto extrañas, reiteraba, nunca entendería a los ricos. Tampoco es que estuviera interesado en intentarlo.

Vió como su hijo se acercaba a él tímidamente, tantos años criándolo le hizo ser consciente de que algo se le había olvidado decirle y que probablemente, no le iba a gustar del todo.

—Suéltalo —demandó con una voz cansada ¿Acaso era tanto pedir un día de paz y tranquilidad?

—Es gracioso pa —dijo nervioso—. Resulta que por cosas de la vida, se me olvidó contarte que... Jihyo viene a almorzar hoy con nosotros. La había invitado y no me acordé, que cosas las que pasan ¿No? jaja —Esa risita que dio al final fue la más falsa que pudo escuchar Yoongi en toda su vida, solo suspiró resignado y se dirigió al baño para poder arreglarse y verse un poco presentable, en lo que terminaba de cocinarse la lasaña.

El adolescente al ver que su progenitor solo se retiraba sin decir nada, suspiró de alivio. Este día era crucial. Él y Jihyo habían planeado durante toda la semana este próximo movimiento que sería clave.

En resumen, el plan consistía en que ella iba a compartir un lindo almuerzo con ellos, logrando ganarse un poco de la confianza de su papá. Luego, como era costumbre, en su afán de querer avergonzar a su precioso y obediente hijo, le mostrará a ella unas fotos de cuando era un bebé, al sacar esas fotos, él iba a escabullirse a buscar el dichoso anuario para saber quien era su padre.

Sonaba sencillo.

Escuchó el sonido del timbre retumbar por la casa y abrió la puerta encontrándose con su pequeña novia, que al verlo alzó sus manos contenta mostrando una cajita de la cual supuso que contenía un postre.

—No debiste molestarte —mencionó—. Hoy tú eres la invitada de honor.

—Supuse que si venía mínimo debía traer algo —dijo en voz baja—, es que ya sabes, iba a ser muy grosero no hacerlo, aún más con lo que vamos a hacer —Daniel solo sonrió ante lo linda que era su pareja y no dudó en darle un beso rápido en los labios, siendo sorprendidos por un carraspeo ajeno.

Aún te sigo amando ➳ JimsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora