Capitulo 1 : Una chica solitaria llamada Mei

1K 89 7
                                    


- Ohhhh que bien...

Aihara Mei de 16 años suspira con fastidio al notar el moretón en su ojo derecho. Esperaba que no se notara mucho, después de todo no había sido un golpe tan fuerte en comparación a otros, pero ahí está indudablemente, adornando su joven rostro de una forma cruel.

Se muerde el labio con impaciencia buscando la forma de tapar la marca de la "dulce caricia de su madre".
En algún otro momento habría derramado algunas lágrimas, pero hoy no, se lo había prometido hace unos meses cuando se dió cuenta de que la mujer no merecía ni una pizca de su tristeza.
Ya no volvería a llorar por los golpes que su madre le propinaba. Ya no dejaría que sus palabras le hicieran daño.
Este era su segundo año de preparatoria, y todo iba a ser diferente. Se sentía más adulta y confiada.
Enfoque, eso necesita.

Lo único que le importa recientemente es estudiar. En eso es lo que está su concentración y energía.
La joven desea con todo su corazón terminar la preparatoria con la mejores notas posibles para así conseguir una beca y estudiar en una buena universidad.
Ésa es su meta y con ella vendrá su pase a la libertad. Al fin podrá dejar esa casa y a la mujer que le dió la vida y tantos malos ratos de una vez por todas, y con eso, tiene la esperanza de que todo mejorará. Será libre y ya nada la detendrá con lo que quiere.
Por eso no le toma demasiada importancia al golpe. Ella sabe que solo basta un poco de maquillaje y su rostro quedará relativamente normal.
Nada puede hacer con su mirada cansada, pero al menos su apariencia en general sí está presentable, y eso es lo que le interesa.

La joven mira su reflejo por un minuto, luego entrecierra los ojos de pronto al notar un brillo inusual reflejado en una esquina del espejo. De inmediato se voltea hacia atrás queriendo verificar, pero no hay nada allí más que su cama y el escritorio.
Por un instante le pareció creer que era una forma humana.
Extrañada se dice a sí misma que es algún efecto de la luz proveniente de la ventana y no le toma más importancia.
No tiene tiempo que perder imaginando cosas.
El tren sale en tan solo unos minutos y no quiere llegar a su segundo día de lecciones.

Toma el bolso que había puesto en su costado y sale de la habitación cerrando la puerta tras de sí.

La casa está en completo silencio cuando atraviesa el pasillo hasta la sala principal.
No le parece extraño. Su madre en ocasiones sale de noche y no vuelve incluso hasta días después sin dar ninguna explicación.
Por eso ni siquiera sé molesta en despedirse.
Mei no conoce en realidad de qué va el asunto con su madre cuando desaparece por tantos días sin dejarle alimentos o sin llamarle para informar de su ubicación, pero ya se lo puede imaginar.
Ha escuchado muchísimos y feos rumores que lejos de preocuparla, sólo le hacen sentir enfadada con su progenitora.
Nada puede hacer al respecto con ese asunto, eso se la han dejado muy claro, así que tristemente ya se ha terminado de acostumbrar.

Al fin el sol le da de lleno en la cara al salir de su casa. Por ése instante se permite sonreír, pues le gusta sentir el calor en su piel.

Se acomoda la mochila sobre el hombro y comienza la travesía hacia la estación del tren que se encuentra a solo dos cuadras más allá.
Al llegar al lugar, un grupo de estudiantes reunidas en grupo sueltan una risita al verla. No es la primera vez que sucede, y tampoco será la última.

Mei las identifica como estudiantes de segundo año al igual que ella. De hecho, son sus compañeras de clase.

Su fría mirada se detiene en el grupo de las jóvenes, y por un momento parece que va a iniciar una pelea o a reclamarles algo, pero no, solo se sienta en una banca lejos de ellas y de forma inmediata saca un libro de su mochila.
Momento después está leyendo en completo silencio, ignorando todo a su alrededor, incluso a las chicas, que de pronto están siendo más evidentes en sus burlas, riendo en voz alta y diciendo groserías a su espalda.

Mei está acostumbrada. Ha escuchado burlas e improperios desde que era pequeña, pero aún así, eso no significa que no le duela.
Su fachada de fría indiferencia no es más que eso; una fachada.
Por dentro ella es solo una chica demasiado frágil y asustadiza que podría quebrarse con el más mínimo toque.

Y eso es lo que pasa en esta ocasión, cuando cierra los párpados con fuerza y deja escapar una lágrima que resbala rápidamente por su mejilla.
Así de sencillo y rápido se ha quebrado su nueva determinación de no llorar y se odia internamente por ello, por ser tan débil como le dice su madre todo el tiempo.

- No les hagas caso. No merecen tus lágrimas.

Mei levanta la mirada de inmediato hacia la voz gentil.
Se seca la lágrima en forma distraída y parpadea varias veces, atónita ante el increíble acontecimiento de que alguien le esté hablando.
No está acostumbrada a que la tomen en cuenta.

La desconocida es una chica joven, quizás de la misma edad de Mei. Está sentada a solo una poca distancia de dónde está ella, con las manos sobre su regazo y una expresión repleta de serenidad.
Los ojos verdes, brillantes y hermosos, la están mirando fijamente, pero no es una mirada hostil, sino dulce y amigable.
El cabello rubio enmarca su rostro cayendo a ambos lados, y en sus labios se forma una media sonrisa al ponerse de pie. Parece querer acercarse, pero se detiene de pronto y retrocede un paso.

Instantes después, llega el tren, distrayendo a Mei. Sin darse cuenta se había quedado absorta mirando a la desconocida y el brillo antinatural que parecía rodearla en su totalidad.

Se levanta de golpe acomodándose la mochila y preparándose para abordar el transporte sin entender que fue lo que acaba de sucederle. ¿Acaso fue su imaginación?
No puede evitar pregúntaselo, ya que la apariencia de la desconocida no parecía del todo natural, y no sería la primera vez que la joven pelinegra viera cosas inexistentes. Eso le ha asustado un poco.

Antes de entrar al tren, se voltea hacia atrás, buscando con su mirada a la chica entre la multitud; esperando verla abordar el tren también y así verificar que era real, pero por más que la busca no la encuentra por ningún lado.

Aturdida, se deja caer en un asiento, mirando todavía por la ventana esperando ver a la chica rubia sentada en la misma banca.
No hay nadie, y el tren de inmediato se pone en marcha dejando atrás la estación.

Esa no sería la primera vez que la vería, pero eso Mei no tenía forma de saberlo.

La razón eres tú ♥️ [ Citrus ]Where stories live. Discover now