🐺Capítulo 39

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Londres 1936

DANTE.

Al fin hemos cerrado el trato con aquel hombre de insaciable sed de dinero. Los lobos se han mantenido cerca todo el tiempo, pero no han dejado verse. El cochero no ha entrado en ningún momento a la apagada mansión, lo que quiere decir que se encuentra tranquilo.

—Fue un gusto conocerlo señor Bell — me entrega la llave de la mansión justo al mismo tiempo que su carruaje se detiene detrás del mío.

Sus caballos son mucho más grandes que los míos y se encuentran más inquietos, lo que causa que los de mi carruaje también comiencen a relinchar inquietos. El hombre se sube, me hace un movimiento de cabeza y se marcha sin decir nada.

—Tendremos que hablar con los lobos — miro a mi rubio amigo — tenemos que llegar a un acuerdo si es que vamos a vivir aquí.

—Lo sé — lo miro de reojo.

Observó al chofer, sigue un poco alerta a cualquier movimiento que haya a lo lejos, al igual que los caballos. No podemos llegar y desaparecer, así como así, él lo va a encontrar algo extraño, pero no se me ocurre nada para decirle y así pueda ir a hablar enseguida con los lobos, los cuales dudo mucho que se acerquen a hacerlo de manera tranquila, no quiero que el hombre se involucre en todo esto, no sería bueno.

—Ve a decirle que entre a la residencia y descanse un rato — susurro — que aproxime al caballo a la hierba para que se sustente también, mientras ellos dos se mantienen descansando, nosotros iremos a hablar con los lobos que hay por aquí.

Gabriel parece satisfecho ante mi orden y comienza a cumplirla rápidamente. Me doy la vuelta y entro a la mansión, es linda, me gusta mucho más que la que tenemos más en el centro. El plan era obtenerla y mudarnos enseguida, pero eso no va a poder ser, ya que no pienso dejar a Karen con ese hombre que tiene de padre, también corro peligro estando ahí, pero se cómo cuidarme, Karen no.

"tengo que dejar de pensar tanto en ella"

—Ya se halla reposando — me giro un poco sobresaltado y miro fijamente a Gabriel, él luce confundido.

Eso fue rápido, o tal vez no tanto, no lo sé la verdad. Siempre que mis pensamientos están dirigidos a Karen, el tiempo pasa de manera rápida, pero yo no me percato de ello.

Los verdes ojos de mi rubio amigo siguen analizando mi rostro, parece un poco confundidos. Me aclaro la garganta, finjo alizar mi ropa y me doy la vuelta a mirar la ventana que da en dirección al enorme terreno que hay detrás de la mansión.

—Le he dicho que no nos incomode, que cuando nosotros lo requiramos, lo iremos a buscar.

—Vamos entonces.

Usando nuestra velocidad llegamos muy rápido a la parte más oscura del bosque, o por lo menos, la parte en donde más fuerte es el olor de los lobos. Ellos no se sorprenden de vernos, deben haber estado escuchando nuestra conversación. Nos estaban esperando.

No son mucho, dudo mucho que pasen de los quince integrantes, pero se ve que son lobos fuertes y que les gusta la pelea. Todos se encuentran en su forma humana, se ven bastante relajados, pero a la vez, alerta.

—Señor — un joven que aparenta unos años más que yo, en humano, se nos acerca, tiene una sonrisa en sus labios — ¿a qué debemos su visita?

—Hemos venido a hablar de manera moderada con ustedes — no le quito el ojo de encima — en unas semanas nos cambiaremos a la mansión que se encuentra en el claro — la sonrisa del lobo aumenta — y lo que menos pretendemos en estos instantes es tener compromisos con los vecinos sobre naturales.

#2 StrongerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora