9. Como un puzzle

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A las dos semanas Bruno se fue. Sus últimos momentos en la academia fueron agridulces, porque sabía que no tenía ninguna posibilidad de quedarse, así que no tenía ni un atisbo de esperanza, y sin embargo eso no le impidió pasárselo bien. Le subieron una batería, que no tocaba desde hacía meses, y entre eso, sus voces y la guitarra de Mai, por las noches se montaban unos conciertos que les recordaban a cómo solía ser la vida fuera. Mientras tocaba y la miraba, se la imaginaba encima de un escenario cantando sus propias canciones y sonreía de oreja a oreja, intuyendo que pronto sería testigo de esa magia. Porque sólo podía llamarlo así.

De día también pasó buenos ratos. Como él cantaba su canción, que era suya y de nadie más, aunque quizás de Mai un poco sí era, no le hacía mucha falta ensayar, así que se unía a los ensayos de ella y hacía de bailarín en una silla. La canción que le había tocado era sexy, pero sexy de verdad, y aunque Mai tenía sus dudas respecto a la actuación, él estaba encantado de que ella le bailara en las rodillas. Cuando se acostaban se lo decía todos los días, "qué sexy estás, Mailen, por el amor de dos", y aunque se repetía como un disco rayado a ella le volvía loca escucharlo. Esa semana, más noches que menos se escaparon al baño, donde lejos de sus compañeros sus cuerpos finalmente se encontraban en un derroche de pasión y sudor que, en lugar de saciarles, siempre les dejaba con ganas de más.

La última noche fue diferente. Maialen estaba deshecha porque sabía que él se iría y no durmieron casi nada, porque querían exprimir el poco tiempo que les quedaba juntos allí, pero también por una creencia absurda e infantil que ella tenía. "Si no nos dormimos, nunca será mañana", eso pensaba, así que se quedaron despiertos y abrazados muchas horas, hasta que al despuntar el alba inevitablemente el sueño les ganó la partida.

Cuando se despertaron, fue él quien se olvidó del optimismo y se sumió en un estado de tristeza. Por la tarde además le dolió mucho la barriga, y aunque lo achacaron al pesto que se había tomado al mediodía, en realidad la causa del dolor era la angustia que le provocaba su marcha. Mai estuvo formidable, porque al verle mal dejó de lado sus propios miedos para ser fuerte por él, por los dos, y mientras le ofrecía una manzanilla y le llenaba la mano de besos Bruno no pudo evitar maldecir la presencia de tantas cámaras. Habría dado cualquier cosa por besarla en ese momento, pero tuvo que contentarse con mirarla fijamente y decirle lo guapísima que estaba con su nuevo corte de pelo, y entonces la siguió rumbo a la cocina.

Después de cenar, mientras respiraba por última vez el aire, la esencia del lugar que se había convertido en su casa, y se despedía también de los objetos, las paredes, de todo lo que le había cambiado la vida, pensó en lo lejos que había llegado y se sintió orgulloso de su camino. Al salir por la puerta agarró a Mai, deslizó la mano peligrosamente por debajo de su cintura y, tras escuchar el clic de la cerradura, le dio el beso que tanto se había hecho de rogar.

Ya en plató y con micrófono en mano, todo lo demás desapareció. Cantó Fugitivos para Maialen, sólo para Maialen y nadie más. Al estrecharla entre sus brazos por última vez, ella le dijo al oído lo mucho que le quería y le costó muchísimo dejarla, pero entonces pensó que lo que habían vivido sólo era el principio de su historia, y que quedaba mucho por llegar. Así que cogió aire, y mientras Mai le miraba con un cariño infinito, se dio la vuelta y se marchó.

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Cuando llegó al hotel jugaba con ventaja. Su chat de despedida fue bochornoso, porque explotaron su relación a más no poder, pero después le comunicaron que la próxima canción que iban a darle a Mai llevaba batería en directo, que si él querría tocarla para ella, y accedió sin dudarlo. Las ganas que tenía de volver a verla superaban con creces la decepción que llevaba encima, y estar en el escenario a su lado mientras se jugaba el pase a la final al fin y al cabo era un regalo.

Aun sabiendo que volvería, le costó muchísimo dormirse. Llevaba dos semanas compartiendo con Mai una cama pequeñísima, donde casi no cabían, aunque sus cuerpos abrazados encajaban en ella como un puzzle. Solía abrazarla por detrás, y con ella tan cerca tenía acceso libre a su cuello, que besaba todas las noches antes de cerrar los ojos. Con las luces apagadas, la rodeaba con un brazo y metía discretamente su mano por debajo del pijama para sentir su vientre y su pecho, y así se dormían, en lo más cercano que podían a un piel con piel. Ahora, la cama del hotel se le antojaba demasiado grande, demasiado fría sin ella, así que dio muchas vueltas y no consiguió pegar ojo.

Quince minutos antes de la primera entrevista sonó el despertador. Estaba tan cansado que ni se molestó en ducharse, pero sí se preparó una taza de café. No se veía capaz de afrontar el día que le esperaba sin un chute de cafeína, y mientras se tomaba los primeros sorbos abrió el ordenador. Pensó en poner el veinticuatro horas, pero tener que quitarlo inmediatamente le habría resultado imposible, así que desechó la idea y en su lugar dejó preparado el Skype. El día fue duro. Hizo tantas entrevistas que no tuvo ni un respiro, y le resultó pesado responder a las mismas preguntas una y otra vez. Cuando le preguntaban por la libreta no daba crédito, no entendía cómo podían enfocarse en algo tan banal como eso, pero él respondía con sinceridad sin llegar a decir toda la verdad. En algún momento quizás habló de más y pensó en la reacción que podría tener Mai, pero en un instante de amor propio se le ocurrió que cuando ella saliera le habría echado mucho de menos, así que no podría enfadarse con él.

Por la noche, después de hablar con su entorno más cercano y decidir que no tenía sentido volver a Madrid para unos pocos días, por fin tuvo tiempo de poner el canal. Le dio hacia atrás para ver cómo se había despertado, y se dio cuenta de que había pasado toda la noche llorando. Deseaba poder traspasar la pantalla y abrazarla, convertirse en su propia camiseta que en ese momento Mai llevaba puesta, porque él la había dejado para ella, "no te la lleves, maitia, quiero sentirte cerca...", y se puso triste con ella, por ella, pero entonces se acordó de que en el reparto de temas tendrían que haberle dicho que él volvería, y muy nervioso adelantó el vídeo, y entonces la vio sonreír.

Y así, con la Mai que más le gustaba al otro lado de la pantalla, la Mai ilusionada, la Mai dichosa, en definitiva, la Mai feliz, su niña, se quedó dormido. 

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⏰ Última actualización: Aug 27, 2020 ⏰

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Desorden sistemático (Brunalen)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora