ACTO CUARTO - Escena Segunda

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Atenas. 

Cuarto en una quinta. 

Entran QUINCIO, FLAUTO, SNOWT y STARVELING.

QUINCIO.—¿Habéis enviado recado a casa de Bottom? ¿No ha vueltoaún?STARVELING.—Nada se sabe de él. Sin duda se lo llevaron los espíritus. 

FLAUTO.—Si no viene, adiós comedia...; nada podemos hacer. ¿Verdad? 

QUINCIO.—Imposible. No hay en toda Atenas hombre capaz derepresentar a Píramo como él.FLAUTO.—No. Indudablemente no hay en Atenas artesano de tantotalento. 

QUINCIO.—Ni hombre más cumplido, por cierto; fuera de que es unamalvilla para esto de tener una voz dulce. 

FLAUTO.—Maravilla, no malvilla, habéis de decir. Una malvilla es unacosa cualquiera, que no vale nada.(Entra SNUG.) 

SNUG.—Maestros, el duque está de vuelta del templo y hay además dos otres parejas de caballeros y señoras que se han casado también. Sinuestra representación puediera seguir adelante, nuestra fortuna estabahecha. 

FLAUTO.—¡Oh dulce y bravo Bottom! ¡Ha perdido así seis peniquesdiarios por toda su vida! Imposible que fuera menos; que me ahorquen siel duque no le hubiera dado seis peniques diarios por haber representadoa Píramo. Que me cuelguen si no los merece: seis peniques diarios porPíramo o nada.(Entra BOTTOM.) 

BOTTOM.—¿Dónde están esos muchachos? ¿Dónde están esoscorazones? 

QUINCIO.—¡Bottom! ¡Oh magnífico día! ¡Oh felicísima hora! 

BOTTOM.—Maestros, he de contaros mil prodigios, pero no me preguntéisqué; si os lo digo, llamadme mal ateniense. Os diré punto por punto lo queocurrió. 

QUINCIO.—Contadlo, amable Bottom. 

BOTTOM.—De mí no sacaréis palabra. Todo lo que puedo deciros es queel duque ha comido...; disponed vuestros disfraces, poned buenos hilos avuestras barbas, nuevas cintas a los zapatos y reuníos enseguida en elpalacio. Que cada cual recuerde su papel; pues, en sustancia, lo que hayes que se prefiere a todo nuestra representación. En todo caso, que Tisbese ponga ropa limpia; que no se recorte las uñas el que debe representaral león; porque es necesario que sobresalgan para representar las garras.Y no comáis ajos, por Dios, porque es menester que nos huela bien elaliento; con todo lo cual seguramente exclamarán todos: ¡qué preciosacomedia! Basta de charla. ¡Idos, idos!(Salen.)

El sueño de una noche de verano - William ShakespeareWhere stories live. Discover now