CAPÍTULO 4

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PARA QUE NO HAYA CONFUSIÓN ORDENARÉ LOS SUCESOS POR CURSO ACADÉMICO.

2005/2006

Los días pasaron. Gwen y yo estábamos muy enamorados. Así que un día quedamos a solas y empezamos a salir seriamente, sellando nuestro amor con un beso que fue histórico. El año 2006 pintaba bien.

Si, realmente vivimos unos meses fantásticos. Ella venía a Richmond casi todos los fines de semana, y cuando no podía hacerlo yo visitaba Dinwiddie. Yo prefería que las citas fueran en Richmond porque de esa manera teníamos más intimidad. En Dinwiddie teníamos que pasar casi todo el tiempo con su familia, y no es que me disgustara, pero sinceramente, no dejaba de pensar en sus labios, en su cuerpo, en sus caricias y en sus susurros de amor.

Allí, en Dinwiddie, fue donde comencé a conocer a Beth. Y he de reconocer que desde el principio le cogí mucho cariño, se convirtió en una especie de hermana pequeña para mí –supongo que me pasó eso porque nunca he tenido hermanos-.

Y así transcurrieron las semanas y los meses hasta Junio.

Gwen terminó el instituto favorablemente, y obtuvo ofertas de varias universidades. Nosotros jamás habíamos hablado de nuestro futuro, vivíamos los momentos como si no hubiera mañana, aunque yo siempre me había imaginado que ella iría a estudiar a alguna universidad cercana. Así que cuando decidió aceptar la oferta de Yale, el mundo se me vino encima.

Os lo aclaro: Yale está a unos setecientos kilómetro de Richmond. Así que ya os podéis imaginar el disgusto.

Al principio me costó entender su decisión. Ir a aquella universidad suponía una ruptura casi segura. Pasaríamos meses sin vernos. Aquella idea me atormentaba en las noches de verano, me mantenía despierto hasta altas horas de la madrugada, reconcomiéndome como si tuviera un ratón dentro. Por el día la historia cambiaba, habíamos decido –previa consulta a Joel y Maggie- pasar un mes en Richmond de vacaciones.

Aquél habría sido el mejor mes de mi vida si no fuera porque al fondo una nube negra amenazante insistía en portar un rayo que acabaría con aquella relación tal y como la estábamos viviendo.

La primera semana transcurrió entre nervios –en realidad los dos primeros días- porque los dos sabíamos que antes o después la pasión nos despojaría de todo –incluida la ropa- y haría que nos fusionáramos el uno con el otro en una misma persona. Efectivamente, la tercera noche hicimos el amor por primera vez, y tengo que decir que no fue exactamente algo agradable. Sin embargo, al final de aquella semana –y a fuerza de repetirlo una y otra vez- habíamos aprendido la lección.

De esta manera pasaron las semanas. Nos despertábamos entre caricias y besos. Unas veces uno hacía el desayuno y otras el otro. Las primeras horas de la mañana yo las pasaba estudiando mientras ella se paseaba por mi habitación en ropa interior y con la camiseta del pijama. Después de comer solíamos pasear, aunque al principio los paseos duraban poco, pues en seguida nuestros cuerpos se reclamaban el uno al otro y volvíamos a nuestro nido de amor para dar rienda suelta a la pasión. Para cenar solíamos salir a algún sitio o preparábamos algo en casa, normalmente era algo rápido, pues de nuevo deseábamos volver a la cama para dar paso a la lujuria desenfrenada que parecía poseernos en todo momento.

Pero todo lo bueno se acaba. Y llegamos a Agosto.

Pasamos una semana con mi familia en King George. Gwen ya los conocía porque habíamos visitado un par de veces mi pueblo natal desde que empezáramos a salir. La semana siguiente la pasamos en Dinwiddie. Aquella semana también fue decisiva en cuanto a la relación con Beth, pues todas las tardes Gwen iba a casa de una amiga para preparar una fiesta sorpresa a otra de sus amigas, mientras yo me quedaba con Beth, unas veces ayudándola con los deberes de verano de la escuela, otras veces con las tareas de la casa, y al final de la tarde siempre la acompañaba a su entrenamiento de baloncesto. Aquello me encantó. Beth era una amante del baloncesto, y aunque no era muy alta se le daba bastante bien jugar de base –que es donde juegan los más bajitos-.

SIN SALIDAWhere stories live. Discover now