Hoja en blanco © (PAUSADA)

Uno.

Oscuridad.

Silencio.

Vacío.

Nada.

Y de repente, alguien grita.

No puedo entender lo que dice, pero su voz resuena como un aullido desgarrador y lastimero en lo más profundo de mi mente, que comienza a flotar entre tinieblas.

Emerjo tan rápidamente de entre las sombras que siento vértigo. Intento sujetarme a algo, pero no puedo; están tirando de mí con demasiada fuerza. Me elevo más y más, alejándome de la pacífica penumbra que me envolvía.

El quejido aumenta y el agudo dolor de su voz me resulta aterrador.

Levanto la mirada para ver a dónde me dirijo, pero sólo vislumbro una brillante luz blanca acercándose a toda velocidad, amenazando con lastimarme en los ojos, que no están acostumbrados a ver otro color que no sea el negro. Forcejeo y pataleo, lucho por volver a bajar a la eterna noche de la que me están apartando, pero es inútil.

El grito se ha vuelto insoportable, retumba en mis odios, arañándome los tímpanos, haciéndome sentir su desesperación, arrancándome una gruesa lágrima, que rueda por mi mejilla, despertándome.