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Oprah:

Cuando tenemos algo que nos hace diferente a otras personas, normalmente tendemos a ocultarlo como si hubiéramos cometido un asesinato. Todo eso porque nos da miedo saber cómo reaccionarían los demás, porque la gente puede ser muy cruel. Por eso miles de parejas resultan falsas, porque uno de los dos no ama a alguien de su mismo sexo. Por eso no creo en el matrimonio.

¿De verdad demostrar amor verdadero es casarse? Porque algunas parejas me dicen todo lo contrario.

Y bueno, por otro lado yo no sería capaz de utilizar a alguien, de fingir algo que no siento. Estaba más que segura de que mis gustos no iban hacia los chicos, sino que hacia las chicas. Al principio lo veía como un juego de niñas inocentes, pero luego me puse a pensar y me di cuenta que ese juego me había costado la expulsión de tres escuelas, la razón por la cual nos instalamos en Avonlea.

"Empezar de nuevo" fueron las palabras se mi madre luego de haberme dado la cachetada de mi vida. Pero, sorpresa, mamá, ese golpe no arregló nada en mí y seguramente acabe besando a una chica nuevamente. Y realmente odiaba ese impulso, odiaba esa atracción, odiaba ser yo.

─Oprah, el ministro ya está listo para el maquillaje─ me avisó la señora Lynde tomándome por los hombros y llevándome hacia él.

Primero pinté toda la cara del hombre de color blanco, luego agarré el rubor exageradamente rosa y lo apliqué de una manera un poco brusca. No tenía idea de cómo maquillar, y esa era la gracia. Luego de dejar dos notables círculos rosados en el rostro del ministro, le coloqué el labial más rojo que tenía, de una manera exagerada también. Bueno, no era mi culpa, ellos me lo pidieron así. Casi por terminar, esparcí un poco de sombra celeste en sus ojos y, finalmente, le hice unas cejas bastante curvas y finas.

─¿Listo, niña?─ preguntó algo impactante.

Me alejé un poco para analizar lo que había hecho. Cuando estuve segura, asentí y le alcancé el extraño sombrero de dama que le habían hecho.

Ya cuando todo estaba por comenzar, decidí sentarme junto a Cole y mi familia, quienes me guardaron un lugar para disfrutar la función. Mi rubio amigo, quien tenía el brazo con yeso, mantenía una conversación con mi madre, quien parecía bastante feliz de haberlo conocido. Decidí prestar atención a la función que estaba a punto de comenzar, luego me encargaría de reprocharle a mi madre por hablar de más.

De pronto Billy apareció en el escenario vistiendo un extraño disfraz de ave, para así dar una cómica introducción a la obra. Todo estaba saliendo de maravilla, las personas reían y aplaudían como nunca, en especial mi padre.

Debía admitir que me sorprendió ver a Anne - que al parecer estaba sustituyendo a Josie Pye-, junto a Diana. Posteriormente, los chicos que habían de árboles, comenzaron a hacer aquella danza que a Charlie tanto le había costado aprender. Sin dudas se ganaron varios vitoreos del público, junto a las carcajadas de los mayores.

La tercera escena se podía decir que fue una de las más graciosas hasta el momento, donde salía el ministro maquillado por mí. Tenía una manera muy exagerada de representar a las mujeres, lo que significaba que no tenía ni idea de cómo éramos en realidad. Y las dos últimas partes de la obra, donde el señor Lynde apareció vestido de cangrejo junto al señor Phillips, fueron las que se robaron las risas de todos.

─Luego tenemos que hablar─ dijo mi madre de una manera para que solo yo escuchara.

Asentí algo confundida, volviendo mi vista al escenario justo en el momento en que un rayo falso cayó sobre Billy. No dudé en unirme a la ola de risas que se había formado, a pesar de saber que no había ido actuado y que el chico verdaderamente se había desmayado.

─Pobre─ oí la voz de mi hermana, Valerie.

─¿Pobre? Se lo tiene bien merecido─ dije yo, y luego choqué los cinco con Cole.

Pasaron unos minutos en los que me puse a pensar en lo que mi madre me había dicho. No era nada de qué alarmarse, pues a estas alturas ya sabía disimular miradas frente a ella, hacer como si no me importara, no hablar de más y fingir que me interesaba el chico que pasaba por enfrente nuestro. Solo tenía mis dudas, pues a veces buscaba hasta la excusa más insignificante para regañarme.

Como en este momento, que se había girado para enderezar mi espalda y arreglar mi cabello porque estaba despeinado, diciendo que así de desarreglada no iba a encontrar un buen marido. Si, desde que descubrió que usaba pantalones, se dedicó a comenzar a corregirme como siempre debió hacerlo. No me dejaba sentarme como quería, ni comer como solía hacer, y menos caminar encorvada. Es más, el día anterior me amenazó con comenzar a hacerme rulos para ir bien a la escuela. Estaba loca.

Bueno, yo la entendía. Tener una hija como así no debía ser fácil. Había salido totalmente distinta a mis hermanas, y lo peor era que Anabelle quería seguir mis pasos. Mi madre vivía detrás de mí desde la segunda vez que me expulsaron de una escuela, y sinceramente no quería saber qué había hecho para convencer a los profesores de no llevarme a un convento, porque me amenazó de que si me expulsaban de la escuela de Avonlea, me iba a llevar a uno para que me acomodaran.

A veces me preguntaba cuál era el problema. Por qué tenía que mirar a las chicas y no a los chicos. ¿Por qué me atraía más una niña delicada que alguien con brazos rudos? Porque sí, en este mundo eso éramos las mujeres para los hombres, una pieza delicada que puedes manipular a tu gusto, algo frágil y sensible que puedes utilizar como si fuera gracioso. Siendo sincera, conocía a más mujeres fuertes que hombres, pues ellos a penas movían un dedo para tener lo que querían, pero nosotras teníamos que luchar para conseguir lo mismo.

─Hoy, después de mi propio Jubileo de Diamante─ la voz de la señora Lynde me sacó de mis pensamientos─, bendigo a toda Avonlea. Dios los bendiga a todos, ¡y que me salve a mí!

Luego cerraron con una última canción, recibiendo varios aplausos de todos los que eramos espectadores.

Poco a poco el lugar se fue vaciando, solo quedábamos mi familia, la de Cole y yo. Me reuní con el rubio al ver que mi madre charlaba con la suya, algo confundida y temerosa de sus ocurrencias.

─¿Crees que nos estén arreglando el matrimonio?─ preguntó él algo asustado.

─Espero que no, ambos merecemos ser libres─ contesté entrelazando su brazo junto al mío─, creo que están planeando una cena para conocerse. Mi madre cree que podría estar enamorada de ti.

─Lo sé, me lo dijo antes de que te sentaras con nosotros─ ambos nos miramos y soltamos una risa─. No es por mala persona, de verdad creo que eres hermosa, pero no eres mi tipo y creo que no necesitas a un chico para conseguir lo que quieras.

─Pienso lo mismo de ti, Cole. Pero, siendo sincera, si mi madre planeara darle mi mano a alguien, no dudaría en pedirle que fueras tu.

─Lo mismo digo.

Ambos nos regalamos una sonrisa antes de que él pasara su brazo por mis hombros. Verdaderamente era la amistad mas real que había tendio en mi vida.

OPRAH | awae ✔Where stories live. Discover now