Les mystères de l'amour [Los misterios del amor] MLB +18

Épilogue: Le mariage [La boda]

Marinette

6 meses después

Hay momentos en la vida tan trascendentales que son capaces de replantear todo lo que te ha sucedido hasta ese momento...

Como si cada decisión, cada tropiezo, cada lágrima hubieran sido absolutamente necesarios para llegar a ese instante, ese brevísimo pero extasiante instante de felicidad absoluta...

- ¿Todo bien? - dijo la morena mirándome a través del espejo - ¿No estarás arrepintiéndote ahora, no? - soltó sacándome una sonrisa.

- Nada en este mundo podría hacer que me arrepintiera de este momento - dije dándome un último vistazo antes de aferrarme a su brazo.

Todo estaba en su lugar.
El vestido que yo misma había diseñado junto a Alya me había calzado de maravilla.

Era un diseño sencillo,
corte princesa con encaje en la parte superior y una falda de gasa con sutiles apliques y una amplia cola.

Mi cabello suelto caía por mis hombros y espalda en sutiles bucles, y en lugar de velo llevaba una delicada tiara de plata que perteneció a mi abuela materna.

Me sentía realmente hermosa y no podía esperar a ver el rostro de Adrien cuando me viera caminar hacia él.

Una vez que terminé de asegurarme de los detalles me dejé conducir por mi amiga a través de los pasillos del hermoso destino que Cloe nos había conseguido para la boda.

Nada más y nada menos que el hermoso Chateau du Rivau, un castillo antiguo con hermosos jardines y deslumbrantes salones.

Estábamos alojados en el hotel anexo al castillo, la ceremonia se llevaría a cabo en el jardín principal y la recepción en uno de los antiguos salones.

Mientras recorríamos los pasillos del hotel vacío para llegar al lugar donde todos aguardaban ansiosos a la novia, no podía evitar pensar qué sería del futuro...

Recuerdo una mañana particular, aproximadamente una semana después de regresar de Montecarlo. Adrien salió un sábado temprano. Me desperté justo para verlo darme un beso en la frente, al notarme despierta me dijo que volvería en la noche y se marchó.

Muchas preguntas rondaron mi cabeza pero decidí no perturbarlo con ellas y esperar el momento oportuno para hacerlas.

El día pasó deprisa entre hacer los deberes del hogar y jugar con Hugo. Una vez que se quedó dormido, me senté en el sofá a disfrutar una taza de chocolate caliente mientras observaba las manecillas del reloj.