Cap. 2 - Los días que pasaré contigo

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— ¿Dónde

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— ¿Dónde... estoy?

Luz abrió lentamente los ojos, aturdida después de haber sucumbido a las altas temperaturas del vapor de la lluvia hirviente. Al mismo instante se dio cuenta de que estaba en el baño, precisamente en la bañera, cubierta hasta el tope con agua.

—Pero qué... ¡Amity! ¡Tengo que ayudarla!

Luz trató de reincorporarse para apoyar a la brujita, pero un agudo dolor en sus brazos y piernas la detuvo.

—Auch... —gimoteó de dolor.

Le ardía, y mucho. La piel de su extremidades estaba muy irritada y algunas pequeñas ampollas de quemadura aparecieron.

— ¡¿Qué rayos sucedió?! —Volvió a quejarse, esta vez sí recibiendo respuesta.

— ¿Luz? —Una temerosa y débil voz se escuchó del otro lado de la puerta del baño.

—Amity... ¡¿Qué fue lo que ocurrió!?

—T-Te explicaré todo, pero antes tienes que dejarme curar tus heridas... Voy a entrar, cúbrete con algo —dijo Amity, ahora con una severa voz.

Rápidamente, Luz se acostó y dejó que el agua la cubra. Estaba muy avergonzada, la única persona que la había visto de esa forma era su madre cuando era pequeña... Y ahora su amiga lo haría, le asustaba que se viera algunas heridas de su espalda, pero si quería explicaciones y ser curada, debía permitirle la entrada.

—Listo —anunció Luz.

Al segundo de escuchar esas palabras, Amity entró a la habitación con los ojos vendados, acercándose a paso lento; primero chocando con el lavabo y luego tropezando con el tacho de basura, hasta que llegó y se sentó al lado de la bañera.

En sus manos, Amity traía un botiquín mágico de primeros auxilios y una cubeta con agua fría. Sería suficiente para que las heridas sanen en pocas horas y no dejen ninguna marca.

La peliverde le solicitó a Luz su brazo izquierdo para empezar a curarlo, y, aunque al principio dubitativa, esta aceptó tras la insistencia.

Las dos amigas estaban sonrojadas por el mismo motivo. Un silencio incómodo invadió el lugar, este duró mientras Amity lavaba el brazo de Luz, hasta al momento de empezar a cubrirlo con vendas del aquelarre de sanacion.

Los gemidos de una adolorida morena distraían y ponían muy nerviosa a una temblorosa Amity.

—Amity —gimoteó—, más despacio... por favor...

La peliverde estaba en el límite de su cordura emocional. Oír a Luz con ese tono de voz tan agudo hacía decaer sus orejas, cual gatita llena de vergüenza. 

— ¡Deja de hacer sonidos raros! —increpó nerviosa, para luego tornarse más tímida por haberle gritado—. Lo siento, pero por si no lo has notado, ¡no puedo ver!

Una semana atrapada con ella - Lumity TOHUnde poveștirile trăiesc. Descoperă acum