"Los sentimientos están por encima de cualquier ley divina y humana".

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Me sentí turbada durante mucho rato, con el cerebro reproduciendo en bucle la escena que se había desarrollado en el estudio. Mientras los pies me guiaban hacia casa, en mi cabeza resonaban las palabras de Maite. Y en mi retina contemplaba aquel cuadro que me había dejado sin palabras y le había dado la vuelta a mi mundo. "Son dos mujeres que se aman", había dicho. ¿Y acaso eso era posible? ¿Acaso estaba bien que esas dos mujeres se abrazasen su desnudez y se amasen?

Maite había dicho que nadie puede afirmar que el amor sea impuro. Reflexioné. Tenía razón. ¿Quién le daba a la Iglesia derecho a decidir qué sentimiento es más válido? Esas dos mujeres se amaban con toda su piel. ¿Y por qué aquello era pecado y el amor con un hombre no? ¿Acaso no seguía siendo belleza? Entonces vi claramente que ese sentimiento tan fuerte que me unía a Maite, ese que me costaba definir, se llamaba amor. El amor más puro. Un amor que me nacía desde lo más profundo del corazón.

Deseé regresar corriendo al estudio. Deseé perderme en sus ojos, decirle que tenía razón, que no hay sentimiento más fuerte y que yo, Camino, estaba locamente enamorada de ella, Maite. Deseaba decirle tantas cosas... Mi corazón estaba desbocado y mi cabeza iba a mil revoluciones. Necesitaba aclararme, pero no conseguí pegar ojo en toda la noche. No podía apartar ese cuadro de mi mente. Ni la mirada de Maite. Sabía que la había decepcionado con mi ignorancia y me sentía una estúpida. Lo único que deseaba era que llegase el día para poder correr al estudio y verla, y abrazarla con el alma, como se abrazaban las mujeres de aquel cuadro deslumbrante.

Un penique por tus pensamientosWhere stories live. Discover now