Capítulo 3

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- ¿Cómo han ido los exámenes Sofía? -preguntó Clara mientras terminábamos de comer-.

- Bastante bien -contesté sonriendo- pero me alegro que se hayan acabado ya, mucho estrés-.

-¿Y tienes pensado que carrera estudiar? -preguntó Pablo-.

- Aún estoy mirando diferentes opciones, no tengo ninguna escogida -dije desviando mi mirada hacia Álvaro- ¿y tu?-.

Gracias a mi maravillosa jugada la atención pasó de mi a él, y ya le tocaba algo. Me había estado masacrando a preguntas sobre absolutamente todo. Y ya estaba un poco cansada. Él en cambio no había dicho nada aún. Me miró frunciendo las cejas durante unos segundos.

- Algo relacionado con el deporte -dijo mirándome- aunque a mis padres no termina de convencer ya que prefieren que me centre profesionalmente, y eso está bien y es lo que haré pero si algo saliese mal me gustaría seguir teniendo una alternativa que estuviese relacionada con el baloncesto-.

Lo había visto jugar desde pequeña y podía decir al cien por cien que ese chico no era ningún desperdicio.

- No queremos que nada te distraiga, y así no perder el tiempo -dijo Clara mirándole-.

Era yo o hay había algo de cabreo bastante grande. Entonces me fijé en Pablo, su padre, el cual no levantaba la mirada del plato, cosa que significaba que tampoco le gustaba la decisión que había tomado su hijo. Eso hizo que me molestase un poco. Cada uno es libre de elegir lo que quiere hacer, sea en qué estudiar, qué trabajar o qué hacer mañana, y a él no le dejaban muchas opciones, pero seguía luchando por lo que quería y eso me impresionó.

- Eso es genial -dije para calmar los aires- tienes suerte de saber qué estudiar-.

Me miró y vi como su nuez subía y bajaba, lo miré a los ojos y en ellos vi agradecimiento por haber zanjado el tema.

- Voy a ir a por el postre -dije recogiendo los platos principales de cada uno-.

- Te acompaño -dijo él levantándose de la silla-.

Nadie dijo nada, nuestros padres siguieron hablando de cualquier cosa. Asentí con la cabeza y seguí recogiendo la mitad de los platos, y él la otra mitad. Caminé hasta la cocina y lo dejé todo en la encimera, al lado del lavavajillas.

- Siento haberte puesto en esa situación -dije sin mirarlo-.

- Has sabido sacarme de ahí, así que te tengo que dar las gracias -dijo a mi lado, mirándome-.

Un breve cosquilleo me recorrió todo el estomago, giré la cabeza y lo miré. Hacia mucho tiempo que no manteníamos una conversación tan larga, y menos una en las que las palabras lo siento y gracias estaban metidas. Pero entonces recordé el porqué de ese tiempo y volví a apartar la mirada. Abrí el congelador y saqué el pastel que habían traído ellos para el postre. Aún con su mirada en mi, conseguí quitarlo de la caja sin hacer el ridículo. Él sacó los platos del armario y entre los dos fuimos llenándolos.

Sin decir nada más fuimos llevando los platos hasta la mesa, cada uno cogió el que le apeteció y terminamos la cena con un maravilloso pastel de chocolate y nata. Ellos siguieron hablando y nosotros interveníamos de vez en cuando. Sobre las once y media decidieron irse a casa de ellos a tomar unas copas.

- ¿Quieres venirte? -preguntó papá después de darme un beso en la frente-.

- No, recogeré todo esto e iré a dormir -dije asintiendo- estoy cansada de la playa-.

- Vale -respondió-.

- Me quedo a ayudarte -dijo alguien detrás de mi- si te parece bien-.

Al girarme vi a Álvaro, apoyado en la pared.

- Claro -respondí yo nerviosa-.

Cinco minutos después nuestros padres ya se habían ido y nosotros empezamos a recogerlo todo.

- Oye si lo has dicho como excusa para poder irte por ahí, puedes irte ya -dije entrando en la cocina- no tienes porqué quedarte-.

- No es ninguna excusa -dijo él desde el salón mientras amontonaba platos y cubiertos- no he quedado con nadie-.

- ¿Ni con Sara? -rápidamente maldecí haber preguntado eso- mierda-.

Susurré.

- ¿Qué ha pasado antes? -dijo ya mucho más cerca de mi-.

Mi espalda de puso tensa y me giré. Efectivamente, estaba con todos los platos en medio de la cocina. Estiré los brazos y él me los dio.

- No sé a qué te refieres -dije aunque la verdad sí que lo sabía-.

- Vamos Sofía, te conozco -dijo he inmediatamente lo corté-.

- No -negué mirándole- no digas que me conoces porque no es verdad-.

- Claro que sí, desde que éramos niños -dijo frunciendo las cejas igual que antes-.

- Exacto -dije volviendo a centrarme en cómo conseguir meter los platos en el lavavajillas- conocías a la niña pequeña de diez años, no a la de diecisiete-.

Volví a mirarle a lo que él había puesto todo su cuerpo en tensión.

- Hay una gran diferencia -concluí-.

- Entonces tú tampoco me conoces a mi -dijo serio-.

- Exacto -dije al conseguir que todo entrase-.

Me enderecé, y solo cuando lo hice me di cuenta de lo cerca que estábamos el uno del otro. Sin pensarlo dos veces di unos pasos hacia atrás y así conseguir la distancia necesaria para que mi cuerpo no empezase a temblar como un motor.

- ¿Y en qué momento pasó eso? -preguntó-.

De mi boca quería salir la única respuesta verdadera a esa pregunta.

- Desde el momento en el que después de liarte conmigo me mandase un mensaje diciendo que me olvidase de esto, y que no se lo contase a nadie-.

Pero en verdad salieron otras totalmente diferentes.

- Tomamos caminos diferentes supongo -dije moviendo los hombros- pero eso ya no importa-.

Se quedó callado, pensando o eso esperaba. Esperaba que llegase hasta ese mismo recuerdo que yo hacía unos segundo y se diese cuenta de cómo la cagó. Pero no, obviamente que no. Metí los cubiertos y los vasos, puse la pastilla y cerré. Encendí el lavavajillas y dejé que los limpiase. El seguía ahí, mirándome. Me estaba poniendo nerviosa. Me aparté de él, caminé hasta la comedor y cogí todo lo que se tenía que tirar a la basura. Al final entre los dos y un incomodo silencio terminamos de recoger lo que faltada de la mesa. Puse los adornos de ella y él puso bien las sillas.

- Pues ya estaría -dije mirando a todas partes menos a él-.

No sabía qué haría él, si se iría a su casa, con sus amigos por ahí, pero si se quedaba tenía que se amable igualmente.

- Si quieres quedarte ahí tienes el mando de la tele, hay comida en los armarios y eso -dije mirándolo- yo me voy arriba-.

- Vale, ya veré qué hago -dijo metiéndose las manos en los bolsillos de los pantalones- gracias-.

- De nada -dije cuasi susurrando-.

Di media vuelta sobre mis talones y subí a mi cuarto. Saqué el móvil y miré si tenía algún mensaje de Estrella. No. Me fui desvistiendo para ponerme el pijama. Salí, entré en el baño, me lavé la cara desmaquillándome y los dientes.

Sinceramente me ponía nerviosa que estuviese abajo, si es que aún estaba claro. Y lo único que quería es que se me quitase de la mente de una vez, meterme en la cama y dormirme. Dejar de pensar en él o en la conversación anterior. Pero no pude. Repasé cada palabra que dijimos los dos y no sé si quería arrancarle la cabeza o llorar. Pero con las imágenes entrando y saliendo de mi cabeza conseguí dormirme, así que algo bueno tuvo.

No me rompas de nuevoWhere stories live. Discover now