Damiana tiene una sonrisa esplendorosa y radiante que muy pronto será arrebatada, sus tontos actos la llevaran a pagar con un castigo que tendrá que pagar con su vida y es casándose con alguien, con alguien que no es para nada humano.
Que desde ese...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Siento que me cargan en unos brazos y luego me ponen en algo suave, abro los ojos poco a poco y lo veo a él.
—Te has dormido en el suelo —habla, me incorporo en la cama y lo veo seria.
—¿Por qué me has cerrado la puerta? —pregunto.
—Por qué sabía que ibas a intentar escaparte —responde sentándose en la cama y mirarme, se pasa una mano por su cabellera negra.
—Como si conociera este pueblo —digo molesta.
—Sé que no, pero eres demasiado inteligente y astuta como para subestimarte — responde—En dos días iras a comprar el vestido — avisa poniéndose de pie.
—Soy menor de edad todavía —respondo.
—Lo sé, pero no hay nada que se pueda hacer cuando hay dinero por delante — lo veo y niego, manipula a quien sea por dinero —te espero en la cena abajo una de mis sirvientas vendrá a arreglarte —dicho eso sale y cierra la puerta.
Lo estoy empezando a odiar, hará de mi vida un infierno ¿Qué voy hacer con mi vida? Que si ya no tengo, él al parecer me la arrebató.
Escucho la puerta abrir y enseguida entran dos mujeres vestidas de sirvientas.
—¡Buenas tardes, señorita! —dicen ambas haciendo reverencia, ambas traen consigo varias bolsas de compras y las dejan sobre el sillón.
—Señorita, ocupamos que se ponga de pie para poder ayudarla alistarse para la cena —dice una de las mujeres, bufo y me pongo de pie, camino hacia ellas y me detengo enfrente de ambas.
—Puede darse una ducha —lo dice más como orden que a pregunta, sin embargo, le hago caso y me meto al baño, tomo una ducha y minutos después salgo con una toalla en mi cuerpo y otra en mi cabello.
Empiezan con arreglos de un lado a otro y me ponen una prenda luego, otra y otra hasta que una me quede perfecta según ellas, me agrada más una que la otra, ya que es muy mandona y algo criticona.
La rubia me agrada y es más joven también que la otra, me maquilla y me hace los últimos arreglos.
—Se ve muy bella, señorita —comenta la rubia.
—Gracias —digo mirándome en el espejo, llevo puesto un vestido negro pegado a mi cuerpo, unos tacones plateados, unos pendientes, un collar, el pelo hecho un moño grande y el maquillaje simple, pero atractivo.
—Ya está —dice la rubia sonriendo, la mujer mayor cabello castaño, me mira de arriba abajo, toma las cosas y las ordena —Vamos, que el señor Payne la espera abajo — ambas salimos de la habitación dejando a la señora y caminamos por un pasillo hasta llegar a un ascensor, este abre y luego entro, veo a Gloria, sí, a sí se llama rubia.
—¿Por qué no entras? —pregunto.
—Nosotros no tenemos permitido bajar ni subir por el ascensor—responde.