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Un suspiro fue lo primero que salió de mí cuando abrí mis ojos. El sol mañanero era lo que alumbraba mi habitación. Miré hacia abajo al sentir algo sobre mis caderas. Era un brazo. El de Fred para ser exactos.

Eché un vistazo a mis espaldas y me volteé. Ahí estaba él. Sus ojos estaban cerrados, sus labios estaban solo un poco entreabiertos y su cabellera rubia más despeina de lo normal. Sentí mis mejillas calentarse al recordar lo que había pasado anoche. Sin poder evitarlo, mis manos fueron a su cabello enredándose en las hebras rubias.

Sus ojos se abrieron lentamente y me dio una sonrisa somnolienta antes de suspirar.

-Buenos días, cariño.-Se pegó más a mi.

-Buenos días.-Murmuré pasando mis brazos por su cuello. Su pecho desnudo estaba contra el mio. Aún nos encontrábamos solo en ropa interior, pero ahora una sabana nos cubría.

Se acurrucó contra mí y sentí como aspiraba.

-Hueles a dormidita.-comentó. Fruncí el ceño al escuchar aquello.

-¿A qué?

-A dormidita.-Volvió a murmurar.-Ya sabes, a lo que huele una persona cuando recién se despierta.

No pude evitar reir levemente.

-Eso te lo acabas de inventar.

-Claro que no, niña británica. El olor a dormidito existe.-Sacó su rostro de mi hombro para verme.-Y tú hueles a dormidita ahora.

Reí y negué con la cabeza.

-Será mejor que me meta a duchar. No quiero ir a la escuela oliendo a dormidita.

Se quejó.

-No vayas.-Pidió apretándome más.-Quiero quedarme aquí si es posible, hasta que tu tia regrese.

Ahí estaba esa extraña sonrisa de boba enamorada que últimamente él sacaba en mi. Me incliné y besé su nariz. Yo también estaba deseando quedarme de esta manera incluso aunque mi tia regresara.

Fred aprovechó mi cercanía para atrapar mis labios con los suyos. Su mano subió de mi cintura a mi rostro sosteniéndolo para que no me separara, aunque de cierta forma, a estas alturas yo no tenía planeado hacerlo. Cuando se aseguró de ello, sus manos bajaron deteniéndose en uno de mis pechos. Presionó haciéndome suspirar entre el beso. Jugó un poco con el pezón antes de continuar bajando. Apretó mi trasero y me hizo pasar mi pierna por sus caderas haciéndo sentir aquel bulto cerca de mi.

-Amaneció muy feliz.-Comentó de manera traviesa.

Me aferré a su espalda al sentir ese rose. Sus labios dejaban pequeños besos en el medio de mi cuello. Su mano en mi trasero bajó hasta mi entrepierna. Ahí estaban sus dedos, acariciandome. Eché mi cabeza hacia atrás, disfrutando de la manera tan experta en la que me tocaba. No importaba lo que hiciera, parecía que él estaba seguro de las reacciones de placer que tendría en mi. Y parecía tener la razón.

Su mano se alejo y se metió entre ambos. La seguí con la mirada y volví a mirar hacia arriba cuando vi como iba a su entrepierna y bajaba sus calzoncillos dejándolo afuera. Me sonrojé cuando me miró.

-¿Qué?.-Habló con diversión.-Oye, mi amigo está muy ofendido de que no lo quieras saludar.-Fingió que lo miraba.

-No... yo...-Estaba muy nerviosa ahora.-Yo nunca había visto uno antes.-Declaré, lo escuché reir ligeramente.

Tomó mi rostro haciendo que volviera a verlo a la cara. Rozó mi nariz con la suya y dio un casto beso a mis labios.

-Te quiero mucho.-Murmuró con una sonrisa de boca cerrada.

𝙹𝚞𝚗𝚝𝚘 𝚊 𝚎́𝚕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora