CAP. 16 - SOLO QUIERO CUIDARLA -

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VICTORIA BROWN

Parecía una tonta conduciendo por la ciudad con una sonrisa que no se borraba de mi rostro. Emily me había confesado que sentía lo mismo que yo y no podía disimular mi felicidad. Estaba llegando a mi casa, cuando una extraña puntada golpeó mi abdomen haciendo que me estremeciera. Inmediatamente me vino ella a la mente y sentí una necesidad descontrolada de llamarla. No pensé en lo raro que pudiera sonar, solo necesitaba saber si estaba bien. El silencio que hizo antes de responder a mi pregunta, me confirmó que algo pasaba. Le dije que le devolvería la llamada y colgué. No indagué en saber qué sucedía, ni me detuve a pensar en si podía ayudarla o no, solo quería estar para ella. Yo, que siempre fui huracán, empecé a desear ser quien calmara sus tormentas.

La pintura libre para muchos es vandalismo, pero para mí es arte. Cuando creí que la vida no tenía sentido, expresar mis sentimientos de esa forma, sanó mi alma. Pero los graffitis no solo me salvaron del dolor, sino que también gracias a que escribí "Váyanse a la mierda" en la pared del instituto anterior, llegué a "El Cumbres" y por aquel increíble mural que llamó mi atención en el semáforo, terminé chocando contra un auto, ocasionando una de las mejores cosas que me pasarían en la vida: Conocerla.

Empezamos a dibujar y observé a Emily dejarse llevar por el liberador sonido y la sensación que produce el olor de la pintura al ser rociada. Es única y lo sé porque sentí lo mismo cuando hice mi primer graffiti.

En su mirada se reflejaba el afán de quien quiere lograr alivianar las cargas de un pasado que todavía arrastra en sus hombros. Su sonrisa era forzada, como si algo le preocupara, pero no le pregunté qué era lo que la agobiaba. Pensé que al estar lista, posiblemente querría hablarlo conmigo. Escribió en la pared "El infinito existe y somos..." cuando iba a seguir escribiendo un silbato acompañado de un "alto ahí" cortó nuestra inspiración. Un policía nos descubrió. Le dije que subiera a la moto rápidamente, pero ella no se movía.

―¡Emily, debemos irnos! ―grité, intentando hacer que reaccionara, pero estaba paralizada―. ¡Bonita! Siento mucho tener que cortar tu inspiración, pero de verdad debemos irnos si no quieres pasar la noche en una celda. No tienen baños para niñas fresas y dormir en el piso es una mierda, ¡créeme! ―expresé, mientras sujetaba su cara con mis dos manos y ella por fin reaccionó.

―¿Estuviste en prisión? ―preguntó, sorprendida.

―No tenemos tiempo para un picnic, así que te lo voy a deber ―respondí―. Pero cuando estemos a salvo, te digo dónde escondí el cadáver, porque la policía aún no lo sabe ―agregué, mientras la halaba por la mano y corríamos a la moto.

Logramos escapar y tomé el camino a su casa.

―¿Puedes llevarme contigo hoy? No estoy lista para ver a mis padres ―musitó en mi oído.

Asentí e inmediatamente cambié de dirección para dirigirme a mi departamento. No puedo negarles lo nerviosa que estaba. La última vez que dormí con ella, no pude controlarme y terminé tocando donde no debía, pero todo era diferente después de ese día en el parque. No estaba ebria y ya sabía de mis sentimientos, así que la pregunta era ¿podría controlar mis deseos, teniéndola sola para mí?

Llegamos y pude notar cierto nerviosismo en ella.

―¿Quieres algo de tomar? Te puedo ofrecer jugo de naranja. Té o agua. También tengo café, pero ya conoces el final de esa triste historia. ¡Niña rara que no le gusta el café! ―sonrió, mientras me sacaba la lengua de forma juguetona.

―¿Y esto qué? ¿Lo tienes reservado para una ocasión especial? ―tomó una botella de vino que estaba en el mini bar.

―No precisamente...Pero en vista del historial que tienes con el alcohol, no consideré prudente ponértelo como opción ―bromeé.

El espacio entre tú y yo (Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora