Inesperadamente.

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Lanzo mi mochila a una esquina y regreso sobre mis pasos hasta la cocina

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Lanzo mi mochila a una esquina y regreso sobre mis pasos hasta la cocina. Mi estómago exige comida rápida. En la ciudad la comida rápida está en tu puerta tres horas después de haberla ordenado y completamente fría. No creo sobrevivir a tanta espera así que elijo preparar una sopa de dudosa reputación, pero que está lista para ser devorada tan solo tres minutos después de estar dentro del microondas.

Estoy esperando impaciente la cuenta regresiva en el horno cuando Mayte se acerca a mí y comienza a frotarse en mis pies.

-Tú no puedes tener hambre- la regaño.

Como mis padres nunca están en casa y yo me la pasó la mitad del día en el colegio siempre le dejo la comida a su alcance. Es una gata horrible, malhumorada y con sobrepeso.

Maúlla con cierta exigencia. Como si estuviera muriendo de inanición. La miro por unos segundos e inevitablemente me dejo manipular por ella. Busco en la alacena algo para darle. No hay mucho de donde escoger, termino ofreciéndole unas bolitas de cereal que mi madre ama sobre todas las cosas.

Cuando la sopa está lista decido comer en mi recamara. Debo empezar el jodido ensayo de una vez.

No hay mucho que escribir. Gilgamesh es la obra literaria más antigua que se ha encontrado, indiscutiblemente es de gran revelancia, no sólo para la literatura, si no para todas las áreas de la humanidad. Pero eso se decía con veinte palabras, ¿de donde iba a sacar las otras cuatro mil novecientas ochenta que faltaban? Me gustaba leer, pero no era escritora, no se me daban bien las palabras. Miro a mi alrededor, hay una pintura a medio hacer sobre un caballete, la única coda que se me daba en la vida era pintar, y poco a poco sentía como se me estaba yendo de las manos. Esa pintura tenía cerca de dos meses en mi cabeza pero hasta ahora me había resultado imposible plasmarla sobre ese lienzo para qur alguien más la contemplara.

De nuevo miro el documento de Word en blanco, paso varios desesperados minutos escribiendo y borrando oraciones. Pero nada, es hora del plan B.

Internet.

Reviso varias decenas de páginas. Cuando más lo necesitas Google no te da los resultados esperados. Golpeo el teclado con frustración.

Es hora de dejar de perder el tiempo.

Empiezo a escribir todo lo que recuerdo de la obra. La mayoría son oraciones resultas, cuando está todo capturado voy buscando la manera de unir las ideas y poco a poco dirigirlas hacia mi fin que ees señalar la importancia del hallazgo de esta Epopeya.

Cuando pongo el punto final dejo caer la cabeza sobre el escritorio. Una fracción de segundo después suena la alarma.

Con el andar de un zombie me dirijo al cuarto del baño. El agua helada es como una inyección de adrenalina.

𝑺𝒊 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒎𝒊́𝒂. [𝑪𝒂𝒍𝒍𝒆 𝒚 𝑷𝒐𝒄𝒉𝒆́]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora