En el baño.

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Cuando llegué a mi casa pasaban de las ocho, entré sin hacer ruido, aún sabiendo que ahí dentro no había nadie salvo Mayte

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Cuando llegué a mi casa pasaban de las ocho, entré sin hacer ruido, aún sabiendo que ahí dentro no había nadie salvo Mayte. No había que ser muy listilla para saber que mis padres seguían en el trabajo. Pero aún así nunca había llegado tan tarde del colegio sin avisarles.

La platica con Mario fue muy reveladora no tanto por lo que dijo sino por el efecto que tuvieron en mí sus palabras, leí millones de veces esa frase esa corta frase donde ponía que a la profeta Calle le iban bien las jovencitas mientras que un enorme y devastador tornado se formaba en mi cabeza. Había tantas cosas que necesitaba pregunta y sin embargo me despedí de él diciendo que tenía que ir a clases por miedo a que sospechara algo.

Respiré hondo antes de revisar el teléfono de la casa para comprobar que ninguna llamada había entrado. Pese a que tenía celular mi papá conversaba la costumbre de llamar al fijo por las tardes para comprobar que estaba allí y que todo se encontraba en orden. Había sido un día bastante raro. La conversación con Lucía, Daniela espiando, y luego el dato que Mario me dio. Casi inconscientemente busqué el móvil para leer de nuevo ese mensaje y me sorprendí suspirando.

La profesora Calle ni siquiera volteo a ver cuando estuvimos en la biblioteca, no recordaba haber dicho nada malo de ella. Incluso la defendí de Lucía pero con eso no me gané ni una fugaz mirada. Realmente extrañaba verme en sus ojos, por muy tortuoso que esto fuera.

El estómago se me encogió. Tenía mucho que pensar, pero el remolino en mi cabeza no me dejaba concentrar, succionaba mis ideas y me las devolvía transformadas en pensamientos absurdos. Sin un ápice de hambre fui a mi recamara dispuesta a expresar en cinco cuartillas mi opinión sobre unas obras del siglo de oro. Era muy de noche cuando dieron ligeros golpes en la puerta de mi recamara.

—Creí que dormías-susurró mi madre entrando.

—Tengo mucha tarea-dije con un bostezo.

Ella miró las hojas sobre el escritorio.

—¿Literatura de nuevo...? Creo que esa maestra se está excediendo.

—Encargó esto hace días-le explico rápido- yo lo deje para última hora.

Mis palabras no parecen convencerla.

—Concidero que tu maestra es muy exigente...

—Está muy preparada, solo pide que estemos a la altura.

Ella se rasca los ojos, se le nota mucho más cansada que a mí.

—¿Todo está bien?-pregunta de pronto.

—¿Por qué?

—Poché, necesito saber si hay alguien dándote problemas, si te hacen sentir incómoda, si te han ofrecido alguna sustancia extraña o...

𝑺𝒊 𝒇𝒖𝒆𝒓𝒂𝒔 𝒎𝒊́𝒂. [𝑪𝒂𝒍𝒍𝒆 𝒚 𝑷𝒐𝒄𝒉𝒆́]  Where stories live. Discover now