Octavo suspiro

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Octavo suspiro:

Lo único más injusto que una enfermedad agresiva, es una cura dolorosa. Estar rodeado de enfermos me ha hecho entender que no hay demasiada diferencia entre un mal y un remedio, pues ambos te pueden dejar sin fuerza alguna con la misma rápidez. Creo que nosotros cinco comprendemos mejor que cualquier otra persona ese dicho que muchos dicen por decir: no se sabe qué es peor, la cura o la enfermedad. Es cierto, no se sabe.

Aunque, si me preguntaran a mi, diría que las dos son una mierda por igual.

—¿Te sientes mejor, Ume? —le pregunta Maggie, mientras yo hago lo posible por reconfortarla. Acaricio su espalda con delicadeza, esta es una de esas veces en las que Ume está tan pálida que su piel parece leche en lugar de café. Es aterrador.

En respuesta a la pregunta de mi margarita, Ume niega con la cabeza antes de arquearse de nuevo y vomitar en el bote de basura que ahora abraza y mantiene en sus piernas. La quimioterapia tiene cientos de efectos secundarios. Entre ellos, está la clásica fatiga que sigue a Ume cada vez que tiene una sesión de estas. Sin embargo, otros efectos son un poco más crueles: dolores espantosos en la cabeza, estómago y músculos; naúseas que le sacan lágrimas; dolores de garganta que le impiden hablar...Ese líquido que le suministran está matando las células dañinas que comienzan a exparcirse por todo su cuerpo, pero a cambio le están quitando toda su fuerza.

Ume contrajo cáncer de mama hace un año y medio, cuando solo tenía quince años. Comenzó a venir al hospital cada tanto para suministrarse tratamiento, pero los efectos secundarios resultaban ser demasiado fuertes en ella y el cáncer seguía exparciendose. Ella y sus padres decidieron que lo mejor era mantenerse ingresada aquí, así los doctores podrían realizar un seguimiento más completo de su enfermedad y aumentar las dosis en su medicación. Ella en serio está luchando por curarse, pero es muy dificil decir si hay una mejoría en la paciente más joven con cáncer de mama que ha recibido el hospital St. Gilbert.

A veces luchar no es suficiente.

—Me...Me duele —se queja, luciendo cansada por tanto vomitar. Está sudando en frío y me preocupa que sus ojos se vean como dos rendijas al borde de cerrarse.

—La bruja Mc'Callum ya te dio un medicamento que hará que las náuseas se detengan, corazón —le asegura Jacob, limpiando su boca con un pañuelo. Luego, mira a Glenda, quien nos está cuidando —. ¿No hay algo más que podamos darle? Mírala, está sufriendo.

—El medicamento ya debió haber hecho efecto —analiza la enfermera —, seguro lo vomitó. Mientras esté así, no puedo darle nada. Le inyectaré una vía para que no se deshidrate, pero las náuseas deberán cesar por su cuenta.

—Menos mal que estamos en un hospital, juro que no sé que sería de nosotros sin estos doctores —suelta Margaret, con sarcasmo.

Es claro que le molesta que ellos no pueden hacer nada por Ume, solo inyectarle suero para que no se deshidrate. A veces siento que las personas que nos atienden aquí son más inútiles de lo que dicen ser. Nos dan medicamentos que no funcionan, nos reclaman por estar enfermos en lugar de ayudarnos a sanar. Ellos son la peor cura que pudieron darnos y, sin duda, son peores que nuestras enfermedades.

Observo a Glenda detallar a Margaret, le devuelve la mirada crítica que le lanza mi amiga. Por instantes, creo que le va a responder, pero la enfermera solo termina por suspirar y hacer lo que dijo que haría. Soy muy consciente de que mis ojos la ven con odio en este instante. No hace más para ayudar a Ume, ni siquiera al verla sufriendo. Hace lo justo, pero no va más allá.

¿Es que acaso nadie hará más?

Dejo de ver a Glenda, que ahora está buscando la aguja que inyectará en el brazo de la chica acostada a mi lado. En lugar de observar a la enfermera, la observo a ella. Está tan débil que siento que podría desmayarse en cualquier momento. Es claro que el olor a vómito ya no me molesta, ni a Jacob, ni a Alek, y mucho menos a Margaret. Hemos visto cosas peores, pero en este momento se siente como la peor cosa del mundo.

Cuatro veces hasta luego || P.E 0.5Donde viven las historias. Descúbrelo ahora