Cincuenta y nueve

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Sábado, 7:30 p.m.

-¡Maldita sea! ¿Dónde están mis zapatos? -exclamé furioso no había nadie en casa que me contestara. Se me hacía tarde para impedir que mi bonita saliera con quien sea que fuese el tipejo.

-¡Aleluya! -los encontré.

Tomé rumbo a su casa, la adrenalina corría por mis venas, si ese estaba ya con ella, no sabía de lo que era capaz.

Lo mataría, disfrutaría hacerlo, cada cabello que le haya tocado sería una puñalada, cada beso que le haya dado sería un miembro mutilado de su cuerpo. Su muerte sería lenta y dolorosa, eso era seguro, se arrepentiría de haberla conocido.

Sábado, 8:30 p.m.

Al estar frente a su casa, recordé el beso que le di, lo tierna e inocente que se veía, aunque de inocente no tenía nada, sus labios se veían tan apetecibles, su perfume me abrumaba, necesitaba sentirla cerca, respirar su aroma por un instante, ese que me enloquecía y me hacía débil. Pero no podía decírselo, no quería asustarla. Aún podía sentir sus labios contra los mios, lo suaves y adictivos que eran, robarle el aliento era mi obsesión.

"Hasta mañana bonita", ¿qué más le podía decir? "Si tienes tele, ahí te ves" fue mejor lo primero y mejor aún no haberme ido sin decir nada.

Las luces estaban apagadas. Quizá sólo estaba dormida.

Toqué con fuerza la puerta de su casa.

-Ya voy -Se escuchó desde el interior.

Abrió la puerta.

¡Joder! Se veía tan "violable".

Esa blusa de tirantes ajustada al cuerpo, resaltaba sus redondos pechos, recuerdo cuándo los tenía en mis manos aquella vez, son tan suaves pero firmes.

Su short era tan corto apostaba que se le veía el trasero con ellos.

No mentía cuándo le decía que es perfecta, lo era, quizá no tenía cuerpo de modelo, quizá no tenía ojos azules y cabello rubio, pero tenía todo para volver loco a cualquiera.

En ese instante estaba loco por ella.

Deseo OdiarteWhere stories live. Discover now