La fiesta

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Me desperté como a las nueve de la mañana y olvidé que tenía escuela hoy. abrí los ojos detenidamente y observé el despertadror que decia 9:10 am

—Diablos,llegaré tarde—. Grité y corrí fuera de la cama antes de que me enterrara en ella para quedarme dormida.

Entré en el baño y me cepille los dientes lo más rápido que pude. Me observé en el espejo y acomodé mi cabello de mi forma que pudiera lucir decente, pero no profesional —quería hacer todo rápido y sin darme cuenta de lo que hacía —. Tomé el enjuage y lo lleve a mi boca pero de apurada que estaba por error lo tragué. 

—No puede ser—. Sentí el ácido en mi garganta y solo podía pensar en el peligro que había puesto mi vida. Sin pensarlo, estrujé mi lengua con agua y me lavé el rostro.

Salí corriendo del baño, devuelta a mi habitación y me vestí con unos jeans azul oscuro y una camisa corta de cuadros negros. Tomé mis botas marrones, mi brazalete dorado y mi mochila negra con gris. Cerré la puerta y me dirigí a las escaleras a toda velocidad para preparar mi desayuno. A la derecha, habían unos muebles blancos con la televisión al frente y la alfombra gris de pelaje debajo de ellos, decorando la pequeña sala. Detrás de los sofás, quedaba una despensa color Paige y la cocina tomaba lugar detrás de ella. No era tan ancha pero traía ese aroma que me sentía sentir cómoda, incluso en aquella pequeña horizontal cocina.

Me acerqué al refrigerador, lo abrí y lo primero que mis ojos encontraron era una bolsa de panes, queso y mantequilla,—mis únicos ingredientes para el desayuno de hoy—. Prepare una tostada y sin notar lo caliente que estaba, la sostuve en mi mano de camino fuera de la casa. Cerré la puerta de madera principal y mis ojos se concentraron en la calle vacía , sin rastro de un bus, un taxi o alguien que conociera que tuviera auto pasando por ahí. Sólo veía las flores a la derecha de la puerta que empezaban a ganar color y el verde césped mi izquierda, pero nada de autos.

De repente tuve la magnífica idea de entrar al garaje que quedaba al lado de mi casa. Adentro, estaba el precioso rojo Audi de mi padre. Sus palabras se entraron rápidamente en mi cabeza por las cientos de veces que lo repetía.

Loren, por nada del mundo toques mi preciado auto nuevo, no quiero que nada le pase. ¿Está claro?—. Me señalaba como si quisiera robarlo o algo parecido.

No es algo de lo que debas preocuparte, papá—. Dije en mi tono más amable y confiando que podía.

Sonrió y volvió a alborotar mi pelo, como siempre hacía cuando hablaba conmigo.

Ahora mismo si sería algo de que preocuparse porque no tenía ninguna otra forma de llegar a la escuela. Tomé las llaves que colgaban del clavo cerca de la puerta que entraba a la cocina y me adentré en el auto prohibido de mi padre.

Estacione y salí disparada hacia el salón de química, parecía una mujer que es perseguida por lobos a punto de atacarla. Cuando alcancé a la puerta que deseaba, entré de golpe y las miradas se fijaron en mí. Todos me observaban como si fuera la persona más extraña que habían visto en su vida. Sonreí a la maestra y tomé asiento al lado de Ana.

—¿Qué te pasó—. Preguntó Ana acercándose a mí y intentado susurrar.

—Larga historia—. Contesté y volví a prestar atención a las palabras que decía la maestra.

Sonó la campana para el almuerzo y me dirigí derecho a la cafetería y me senté en mi mesa usual con mis amigos. Ahí estaban todos: Ana, Jeison, Justin, Lauren y yo.

—Ese chico me tiene babeando—. Comentó Justin señalando hacía atrás donde se encontraba un chico rubio, con lentes que sonreía a la señora de la cafetería. Todos negamos su comentario.

El novio de mi mejor amiga Where stories live. Discover now