Capítulo 5. Ruiseñor.

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Por alguna razón no paraba de darle vueltas al asunto. ¿Por qué esa pregunta la había dejado tan inquieta? ¿Por qué esa simple pregunta?

No era nada fuera de lo común.

Entonces... ¿Por qué?

Tal vez fue por su expresión. Sí, hubo de ser por eso. Esa expresión que inexplicablemente, había vuelto sus ojos fríos como témpanos y extinguido, como un fuego que arrasa con todo, su sonrisa.

Pero de todas formas... ¿Por qué?

»»——❃——««

Un sonido llamó su atención, era el toque de los nudillos contra la puerta. Dio un respingo, estaba tan ensimismada en sus pensamientos que ni siquiera se había percatado que unos intensos rayos de sol habían comenzado a colarse a través de los cristales de las ventanas.

Quitó la esponjosa almohada que había abrazado todo el tiempo de su regazo, y la acomodó a un lado de la cama. Se había atormentado demasiado con ese asunto, lo mejor sería dejar de pensar en eso durante un rato.

—¿Señorita Noelle? —llamaron desde el otro lado de la puerta, la voz era suave y algo dubitativa. Supuso que la portadora de dicha voz fuera Susan—. ¿Puedo pasar?

—Adelante, por favor —contestó Noelle, y trató de ocupar una buena postura frente a la sirvienta.

La chica se adentró a la habitación y sus ojos acaramelados se encontraron con el par amatista de la otra.

Noelle intentó levantarse de su cama, pero una mueca de un poco de dolor provocó que rápidamente la rubia se alertara.

—Por favor, señorita, quédese quieta. No necesita levantarse —pidió con un hilillo de voz. La de cabellos plateados frunció su entrecejo y no le quedó otra que resignarse y acomodarse nuevamente entre las sábanas. Susan soltó un suspiro—. Venía a preguntarle si querría tomar el desayuno en el cuarto o con el señor, pero veo que es mejor que coma aquí.

—No, estoy bien. Puedo presentarme a la mesa —replicó con un deje de súplica.

—Pero...

—Estoy bien. Por favor, quisiera al menos mostrarle respetos al señor... —hizo una pequeña pausa y se corrigió—: a Asta con mi presencia —Susan desvió la mirada, dudosa. La otra volvió puños sus manos, aprisionando un pedazo de la sábana entre ellas—. Por favor.

La joven rubia no tuvo otro remedio que rendirse y ayudar a que Noelle pudiera incorporarse. Estuvieron a punto de trastabillar por un momento, pero luego mantuvieron el equilibrio y se dirigieron al vestidor para cambiar a Noelle.

Noelle afirmaba que podía hacerlo sola sin ningún problema, pero al intentar entrar en las prendas, un dolor espantoso desgarró sus músculos y no tuvo de otra que pedirle que la auxiliara.

Finalmente Noelle salió del vestidor embutida en un sencillo vestido de un claro color violeta. La mañana era algo calurosa y Susan decidió no complicarle las cosas a la otra arreglándola con una prenda ostentosa y pesada.

La chica de ojos violetas había rechazado rápidamente la opción de que la rubia la maquillara, ya que sentía que no se sentiría cómoda con pintura en la cara. Así que ahí estaba Noelle, sentada frente al tocador mientras Susan le cepillaba con gentileza el cabello.

El gesto era simple y no tenía intenciones muy rebuscadas tras él. Pero aún así el corazón de Noelle no paraba de estremecerse con un sentimiento que no entendía del todo, pero supuso que sería una extraña felicidad.

No tenía motivos para sentirse de esa manera, pero al observar a la rubia, a través del espejo, peinando su cabellera con una dulce sonrisa, no podía evitar pensar que era exactamente como había leído en tantos libros.

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