C I N C U E N T A- y- S I E T E

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C I N C U E N T A- y- S I E T E

Las clases habían comenzado, ya no era en la universidad con niños excélsior, no, ahora era con niños que caracterizabamos como normales, quería que mi hijo se sintiera normal.
Me encargaba de llevarlo y recogerlo. Gaby se encontraba en el mismo grado que Ander y cada vez que salía del colegio no dejaba de hablar de lo que hacían juntos, sí comían juntos, sus nuevos amigos y lo de siempre, que es chinito.
Ya estaba acostumbrada a esos comentarios, recuerdo que yo era una de las personas que llamaba así a su padre y sólo para cabrearlo.
Y en estas semanas sólo pasó lo de siempre, Cath descansando en mi casa o en la suya, cuidando la hinchazón de sus pies, sus contracciones, el dolor de espalda y Marta consintiendo no sólo a su hija sino a todos.
Aarón siempre viene con la excusa de que tiene que ver a Ander. Sí, ve a su hijo y luego quedamos hablando de lo que sucedió en su día, los arranques de Ann, las peleas con sus padres, lo feliz que se encuentra cada vez que va a consultas y ve a su hijo, dice que es una linda experiencia, cuando escuchó el corazón de su bebé, juro que quería comérmelo a besos cuando hablaba del Baby y sus lágrimas salían, era la imagen más bella que había visto.
No era  frío, ni arrogante ni sin sentimientos del hombre a que habia conocido era un padre que amaba a sus hijos y era capaz de dar todo por estar con ellos, como su corazón se ablandaba y manifestaba esos afectos sólo relatando que sucedió en la consulta.
No podía decirle lo que hablé con Eliezer, sería una chismosa y se vería feo como si yo metiera cizaña y en mi situación sería una actitud de celosa, así que mejor calladita.

Nos enviamos mensajes a cada rato, de verdad parecemos adolescentes. Intentaba hacer un plano pero estaba bloqueado, ningún trabajo lo hacía bien y eso me tenía mal, tomé como un litro de café, lo sé es exagerado pero era lo único que me hacía sentir bién. Mi hijo estaba en el colegio y la casa estaba sola, se sentía vacía.
El silencio fue interrumpido por el sonido del teléfono pero es extraño antes de que sonara tuve la sensación de que iba a sonar por tal razón me movía a cada rato a la cocina con la excusa de buscar café, es una superstición extraña.

—¿Sí?

Hija... vamos camino al hospital, las contracciones son fuertes y creo que dará a luz.

—Voy en camino Marta. —colgué. Ya sabía dónde iría, he ido varías veces con ella a su control.

El camino fue ansioso, ya Matthias viene.

Marta estaba sentada esperando noticias. Sus manos se movían angustiada.

—Tranquila. Todo saldrá bien.

—Dar a luz no es fácil. La mujer tiene un pie en este mundo y en el otro, así decía mi madre —me miraba con esos ojos cansados

—Si, pero ella es jóven y llena de fuerza para dar no sólo uno sino muchos hijos. —le sonreí para tranquilizar la— y ¿por qué entró sola? Deberías entrar con ella.

—Yo estaba con ella y fui por un café ya que faltaba por dilatar y cuando llegue aquí estaba en trabajo de parto, entró con el rubio.

—¿El rubio?.

—Sí, él estaba en la casa llevándole un regalo a Cath —me sonrió— es un buen hombre, y luego le dió los dolores más fuertes y gracias a Dios estaba presente él y estamos aquí.

—Comprendo. Gracias a Dios.

Los minutos pasaron y a las doce del mediodía nació el pequeño Matthias.
Un sudado, rojo y de ojos brillantes salió dándonos la noticia.

—Nació sano, cuatro kilos y cincuenta centímetros. —habló feliz Pher. Como tal padre con su hijo.— Ella está descansando.

Nos dejaron ver al bebé y es una cosita que provoca comérselo a besos. Hermoso.
Matthias Golgi es un niño encantador.
Me llevé a Marta para que descansara, el próximo día darían el alta a los dos, llegamos en la casa y gracias a Dios mi abuela pudo ir por mi hijo.
Ella estaba con el perro y Aaron jugando en el jardín, parece una niña, la veo sonreír y hay semejanza de mi persona en ella.

—Gracias por cuidarlo.

—Sabes que amo hacerlo. Es cómo una manera de redimirme por no ser buena abuela contigo. —la abracé

—Nunca es tarde, aún me gusta comer dulce y chocolate.

Nos reímos y me invitó a cenar.

Estábamos sentados y mi abuelo conversaba con Ander cosas que no entendía.

—¿De que hablan? —pregunté perdida.

—De Sugar Beach.

—¿Mamá tu has ido? —preguntó Ander con la boca llena.

—Sí. Fuí muchas veces.

—El abuelo dice que hay azúcar.

—Le explicaba porqué el lugar se llama así. —habla Jacob

—Hay una tienda de azúcar.!—continúa Ander

—Fábrica de azúcar Ander —le aclara mi abuelo.

—¿Una fábrica? —pregunto dudosa.

—Es el antiguo estacionamiento que termina en la calle Lower. La refinería de azúcar Redpath al Este de la bahía.

—Ahh ya... es donde fue el evento Sail-in Cinema.  —miré a mi hijo—  desde hace años hacen eventos, colocan una pantalla de cine inflable montada en una barcaza.

—¿Como ir al cine en la playa? —asentí— eso es genial.

—¿Y tú? Querida... ¿que has hecho con tu vida? ¿qué ha pasado con el asiático?

—Estamos arreglando las cosas.

—¿Hay o no hay boda?

—¡Abuela! —me quejé— Paso por paso y no sé, ahorita estamos bien. Él está viviendo solo y dejó a esa mujer.

—Te dije que mis tips servirían —la miro asombrada y mi abuelo se carcajea.

—No fue ningún tips, ya tenía pensado dejarlo y alejarme pero no sucedió, el está arreglando su vída para así estar conmigo. No fue ningún vestido, ni tratamientos de belleza. Sólo fue la ignorancia. Y por una parte la molestia que el sentía hacia mí por haberle ocultado que tenía un hijo, luego todo se aclaró y ahora estamos como estamos.

—Bueno. Por lo menos te hice comprar vestidos nuevos.

Llegamos a casa y mi hijo de inmediato se quedó dormido.
Quedé viendo su carita de ángel que tiene. Los años pasa y crece.
De verdad no se parece a mí.

La ignorancia y los celos despabilaron a Aaron. Que actitud tan primitiva y con resultados. Los celos en ocasiones pueden ser enfermizos y desequilibra la paz interna de la persona, hace máquinar la mente del que lo padece dándole un golpe a la autoestima y la confianza. Y de la nada al que se cela huye pero por culpa del celoso.
Pero sólo fue suficiente decir que saldría con otros hombres y que haría lo que el haría en mi lugar.
Encendí el televisor y con episodios de Ranger de Texas  quedé dormida con los sonidos de los supuestos golpes del Ranger a los rufianes.

IntensaMenteWhere stories live. Discover now