Capítulo 10

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—Connan —mi voz apenas resulta audible—, me siento tan cansada —bostezo y mis oídos se tapan, puedo escuchar un silencio agradable, quise quedarme así hasta ver la luz natural de un amanecer de nuevo.

—Dios, Anne —se detuvo y se acerca rápidamente. Sujeta mi rostro entre sus manos.

La calidez de su piel me provoca una sensación de paz por lo que por inercia cierro los ojos y en vano lucho por volver abrirlos.

—Sabía que iba a ser una mala idea —¿había dicho algo o era la voz de mi madre?

Mamá está de pie frente a mí, está lo que le sigue de enojada. Lo sé por como alza las cejas y los poros de la nariz la hacen ver como un cochito. Muerdo mi labio para arrancar la piel y evitar que mi madre se percate de mi descaro al burlarme de su ridícula advertencia. Mueve su boca y sus manos, que apenas se posan en su cadera y no duran más de dos segundos en ella cuando ya está señalando al aire. Dice, no, me advierte que un día me va a pasar algo muy, pero muy malo, como siga atreviéndome a entrar a cualquier lugar o haciendo cualquier estupidez. Calmada, le respondo que nunca me va a pasar nada. Al final tuvo la razón, ahora me encontraba bajo miles y miles de metros del suelo sin poder salir.

—Anne —siento unos piquetes en mi mejilla—. Anne, hay que seguir, ¿Estás bien?

Mis párpados están adheridos, no puedo abrir los ojos.

—¿Cómo sigue tu tobillo? —alguien insiste—. Responde, An, vamos —y otra vez esos molestos toques en mi mejilla.

Lamentablemente se convierten en sacudidas desesperadas.

—¡¿Qué?! —vuelvo a ser parte de mi triste realidad.

—Te estás quedando dormida, Anne, vamos —y sin su tan caracterizada delicadeza tira de mi mano.



DEBBY

El cuarto está vacío.

Bueno, debía estarlo. Hay total oscuridad y nadie habla. Y los chicos tienen sus linternas prendidas. Así que sí, estaba sola y a oscuras.

Suponiendo que no tienen mucho de haber entrado a la habitación no han ido muy lejos.

—¡Anne!

¿En qué me metí?

Sostengo la tela de mi vestido y formo en puños las manos. Camino con precaución, para no chocar con algún mueble. De nada funciona.

—Vete a la verga —exclamo apretando los dientes. Me quiero morir.

Procuro tocarme la rodilla con sumo cuidado y siento un líquido descender. Sangre. Mugre. Infección.

Calma, suspira y piensa... suspira, piensa... cálmate.

¿Regresar o buscar a Conna y Anne?

Con suerte encontraba al grupo numeroso a tiempo.

Miro atrás.

Solo había más oscuridad. No estaba segura de dónde está la puerta exactamente. Ellos también se habían ido de la habitación.

Recorro el pulgar por el celular, buscando el botón de encendido. Tarda en iluminar mi cara cuando el logo aparece.

—Valí verga —en la pantalla aparece una notificación, me hacía saber que solo me quedaba dos por ciento de batería. Tenía que aprovecharlo al máximo.

Activo el modo nocturno y el ahorro de batería. Algo debía durar.

Solo con la pantalla encendida sigo adelante.

Silencio | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora