Entre compras y movimientos.

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Habían pasado aproximadamente 15 semanas desde que comenzó el embarazo de Larry, y con ello todos los problemas que la pareja poco a poco estaba solucionando.

Durante los últimos días, el tiempo se volvía cada vez más frío. El otoño estaba alejándose cada vez más y más, dándole paso a los primeros días de invierno que muy a sorpresa de todos, no dejó caer su bienvenida con una nevada como había pasado en años anteriores. La pequeña familia agradecía aún el buen tiempo, aunque frío, seguía teniendo esa calidez donde el sol aún brillaba en lo alto del cielo con todo su esplendor.

Larry había despertado temprano en la mañana, con el repetitivo antojo que atacaba a su cuerpo por los garbanzos y otro tipo de legumbres. No era que solo quisiera alimentarse de aquello, pero la vida en su vientre no toleraba otro tipo de alimento que no fueran legumbres.

Montimer no estaba en la guarida.

A unos pocos kilómetros, se encontraba un pequeño poblado escondido entre la espesura de unos matorrales toscos. Pocas veces pasaba la luz entre sus hojas por lo que el lugar era iluminado por una gran cantidad de velas, faroles y linternas artesanas.
Estos objetos era el producto de oro, además de sus alimentos exóticos y de origen humano.

El poblado fue creado por aquellos pocos mamíferos que escaparon el incendio del caserón poco después de que los lobos y los murciélagos lo tomaran y estos últimos fueran traicionados. Viendo la posibilidad de que pudieran ser atacados de nuevo por depredadores, decidieron asentar su campamento entre matorrales, en donde se les dificultaría mucho a los carnívoros encontrarlos.
El campamento comenzó a albergar a más y más mamíferos, hasta que este se convirtió en un poblado donde su medio de vida era el trueque y la venta de objetos del exterior.

El murciélago de pelaje azul oscuro se había levantado en la madrugada para poder desplazarse al poblado y hacerse con los víveres necesarios para Larry y sus niños. El viaje no duraba más de dos dos horas, y aunque volando podría haber llegado en poco más de 10 minutos, su ala destrozada le impedía realizar ese viaje en menos tiempo. Además, debía guardar las apariencias. El como murciélago, era un depredador para los mamíferos de la pequeñuela ciudad mamífera, mostrar sus orejas puntiagudas sería provocar el miedo entre los habitantes y por ende, ya no podría abastecerse de aquellos alimentos y objetos necesarios que conseguía del lugar desde hacía meses.

Al llegar a la entrada, cubrió su cabeza con la capa de piel que llevaba sobre su espalda, y haciéndose pasar como cualquier otro ratón, se adentró en la espesura de aquellas hojas, deteniéndose a las puertas de la ciudad.

El día estaba animado, la gente se movía por el mercadillo ambulante vendiendo la máxima cantidad de objetos posibles, gritando tan alto que a veces lo que salía de entre los labios de los vendedores era poco entendible.
Montimer caminó en linea recta, esquivando a la gente, hasta que a pocos metros del puesto en donde se vendían las legumbres, un par de objetos llamativos llamaron su atención.

Era un pequeño puesto dedicado a la venta de telas llamativas, pero no solo aquel era el producto estrella del tenderete, sino que al lado de las telas, sobre otra mesa aún más pequeña, se encontraban otro tipo de objetos, mucho más pequeños, cosas diminutas que solo podían ser sostenidas y usadas por un cuerpo pequeño. Eran cosas de bebé.

Lentamente, se acercó al puesto, no queriendo parecer sospecho, observando con cautela todo el material que se exponía ante la espera de que alguien los comprara. Desde juguetes, hasta pequeños accesorios para los bebés, todo era bastante nuevo a los ojos del murciélago. Su mirada guardaba todo en su mente, hasta que algo, de entre todo lo que estaba en exposición, llamó su atención.

Era una pequeñísima tela azul, justamente un azul que podría decirse era la mezcla de los pelajes de Larry y él, adornada en los bordes y por la parte interna con lana esponjosa, justo como si fueran nubes. Perfecta para mantener a un cachorro refugiado y calentito durante el invierno, justo el momento en el que tal vez el bebé nacería.
Tomó la tela entre sus manos apreciándola con detenimiento.

Amanecer Tardío | TAITFOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz