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Draco Malfoy estaba leyendo, sentado en el sofá de la cocina-comedor, un libro de Alquimia que había retirado de la biblioteca de su Mansión en Wiltshire, cuando se vio interrumpido por el sonido de una lechuza en su ventana. Aunque la miró con detenimiento, no pudo saber de quién era.

Se levantó del sofá y caminó hasta ella.

—¿Quién eres, pequeña? —le preguntó, arrastrando la ventana para dejarla pasar. La lechuza se impulsó con sus alas, pero iba muy lento. Draco observó que en su pata, tenía colgando una caja de cartón lo bastante grande como para dificultarle el vuelo.

Le quitó la caja rápidamente y la apoyó sobre la mesa para buscar unas chucherías lechuciles. Ella al notarse liviana, batió sus alas con alegría y voló durante unos segundos por la casa. Cuando detuvo su vuelo, se apoyó sobre el respaldo de la silla. Draco le entregó el alimento y le puso un vaso con agua que fue agradecido con un silbido.

Se acercó hasta la caja y tomó la nota que colgaba de ésta.

Para Draco. Espero que aún sigas recolectando objetos tenebrosos. Te mando esto como regalo y espero que sepas usarlo. Es la caja de Anamníseis.

Comenzó a abrirla cuidadosamente. Su curiosidad estaba en el punto más cúlmine, porque nunca había escuchado aquél nombre.

Dentro de la caja de cartón, había otra caja, que más bien parecía un pequeño mueble de almacenamiento. Se alejó un poco para tener una mejor visión. Sin duda era un objeto tenebroso (no podía asegurar que fuera una reliquia), Draco conocía mucho sobre el tema. Y como conocía mucho, no se atrevió a abrir el candado.

Lo primero que aprendes sobre estos objetos, es que no debes hurgar mucho en ellos bajo dos condiciones;

1) sino sabes qué es y especialmente;

2) sino sabes quién te lo entregó.

La lechuza lo sacó de su trance cuando escuchó como batía las alas ágilmente y agarraba vuelo hacia la ventana.

Puso sus manos sobre las partes laterales del mueblecito y la sacudió con suavidad para ver si traía algo dentro. Acercó su oreja y efectivamente había algo, no hacía mucho ruido, parecía algo pequeño y liviano.

Barrió el labio inferior con su dedo pulgar, sin quitarle la mirada de encima a ese mueble. Luego lo llevaría al sótano con los otros objetos que guardaba con cierto cariño. No los usaba y no pretendía hacer nada más que estudiarlos y coleccionarlos.

Se dirigió a su pequeño librero a buscar uno de sus más preciados libros sobre reliquias antiguas. Hojeó rápidamente el índice, confirmando sus sospechas de que no iba a encontrar nada allí y su estómago, estruendosamente, ya comenzaba a pedirle comida.

Bajó de la mesa la caja de Anamníseis y la dejó a un lado, ansioso por estudiarla más adelante. Mientras se cocinaba, que era algo que le divertía hacer, su mente divagaba sin parar preguntando quién le habría mandado aquello.

"¿Quién más sabe que colecciono estas cosas?"

No recordaba habérselo dicho a muchas personas, de hecho, no recordaba habérselo dicho a nadie. Quizás Astoria había hablado sobre el tema con alguna de sus amigas.

Sea como sea, ya tendría tiempo para averiguarlo. Después de dejar los cubiertos lavándose, se fue a acostar. Y mientras deshacía la cama, sintiendo el frío de las sábanas, comenzó a oír golpes secos en la cocina.

Sin sobresaltarse, sin hacer un mínimo ruido, tomó la varita. Agradeció ya haberse descalzado, y se dirigió al lugar. Pero cuando llegó, ya no se escuchaba nada. Detuvo su respiración para poder concentrarse en cualquier sonido externo.

Cielo gris | DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora