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BASOEXIA: excitación producida únicamente por los besos.
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Era casi media noche cuando YoonGi vio por primera vez un beso húmedo gracias a una pareja que estaba sentada en la parada de autobuses que se veía desde su ventana.
Bajo la educación de unos padres extremadamente conservadores y religiosos lo más intenso que sus ojos gatunos vieron durante dieciséis años fue un pico, apenas un roce de labios.
Estaba en sus clases bíblicas cuabdo vio en segundo y sintió la excitación por primera vez. Eran las tres con cuarenta y cinco minutos del domingo. Pidió permiso para ir al baño, su pastor le dio apenas cinco minutos ya que la lección de ese día era 'muy importante': la homosexualidad.
Y, vaya coincidencia.
Detrás del pequeño cuarto donde se hacían las confesiones se oían chasquidos y jadeos. Eran TaeHyung y JiMin, besándose.
Un escalofrío recorrió sus piernas, uno placentero. La vista era perfecta desde donde estaba, podía ver las manos de JiMin recorrerle las caderas a TaeHyung, empujándolo contra la pared como si quisiera fundir sus cuerpos. La lengua de TaeHyung entró a la boca de JiMin.
YoonGi sintió un golpe de electricidad desde la punta de los pies hasta la cabeza. Imaginando cómo sería estar en el lugar de JiMin, o de TaeHyung.
Quería un beso. Era un deseo que nació de pronto, alguien mordiendo sus belfos, alguien chupando y mordiendo su boca, succionando su lengua.
Fue así como esa noche, imaginando que alguien le besaba obtuvo un orgasmo que explotó en éxtasis sobre su ropa interior.
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tres años después.
YoonGi esperaba en la banca fría de la iglesia a que el pastor, que ahora era el puesto de su padre, comenzara su discurso; no había dormido gracias a que la noche anterior una familia se había mudado al lado.
Habían muchas especulaciones sobre los antecedentes de la familia. Algunos rumores eran más descabellados que otros, como que el hijo de ellos había asesinado a alguien y habían huído.
Los murmullos no tardaron en escucharse cuando la familia entró por las puertas viejas del lugar. YoonGi no le tomó importancia, debía poner atención; sin embargo eso se esfumó cuando alguien se sentó a su lado y el olor a menta llegó de golpe.
—Debe ser aburrido estar aquí sentado, ¿no? —el de ojos gatunos volteó hacia la voz desconocida con el ceño fruncido—. Soy Jeon JungKook.
Entonces, aquella tentación que había guardado por años regresó de nuevo, cuando JungKook sonrió, tenía unos labios preciosos.
—Hermanos por favor tomen asiento.
Las dos horas más largas de su vida.
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—¿Te gusta la música de Eart Wind and Fire? —preguntó el azabache de espaldas a él, clavando algunas fotos en la pared de su cuarto.
