11. Calidez

390 68 12
                                    

—¿Cómo que quién soy?

El médico se acerca a ella a evaluarla junto a la enfermera y me le quedo viendo.

«¿Qué quiere decir con eso de quién soy? ¿Está mal de la cabeza o qué?».

—Este joven estuvo involucrado también en el accidente. Según tengo entendido por testigos, fue quien salvó a su hija de algo mayor. No tengo conocimiento de si se conocen de mucho antes del incidente, pero es toda la información que puedo brindarles. Con respecto a ambos casos, necesitaré evaluarlos a profundidad, ya que aún no logro dar con una posible causa del estado en que ambos estuvieron. El cuadro de ambos y signos vitales eran muy similares, es algo de lo que no puedo tener una explicación médica comprobada o precisa.

—Araceli, no sé lo que está pasando, pero ¿por qué finges no conocerme? —insisto.

Levanta la mirada de nuevo, mientras me observa detenidamente.

—Yo no lo conozco, ¿por qué debería tratarlo como alguien conocido, mamá?

—Tranquila, mi amor.

—Tu... tú me conoces. ¿Acaso te estás desquitando por lo que sucedió antes? Lo admito, dije algo que no debía, pero no por eso tienes que tratarme de esta manera. Dije cosas muy feas, pero no lo volveré a hacer.

—No sé de qué hablas. Yo no te conozco.

—¿No me conoces? Pues yo sí. Te conozco desde la punta del pelo, hasta el dedo meñique del pie.

—¿Qué está queriendo decir con eso? — pregunta su madre.

—Te conozco perfectamente, pues dentro de ti estuve, Araceli.

Su rostro se pone rojo y notando su reacción es cuando caigo en cuenta de lo que dije.

«¡Joder, eso se puede malinterpretar!».

—No me refiero a esa manera que piensan.

—No sabía que se trataba de esto, pero esas cosas no se ventilan de esa forma, jovencito—su madre interviene—. Mi hija acaba de despertar hace unos pocos minutos. Le agradezco lo que hizo por ella, pero le ruego que la comprenda. Aún está aturdida y confundida.

—Así es—afirmó el doctor—. Debe darle tiempo y tener paciencia. Es normal que tenga amnesia y...

—Amnesia en algunas cosas, ¿no? —le interrumpo—. O sea, ¿se acuerda del rostro de su madre y del mío no?

—Por favor, saquen a esa joven de aquí. No tiene ni un poco de sensibilidad o consideración hacia mi hija.

—¿Y quién la tiene conmigo? Porque obviamente ninguno de ustedes.

—Te llevaremos a tu habitación. No te preocupes, todo estará bien.

—Perfecto. Te queda perfecto todo el teatro, Araceli. Espero estés satisfecha ahora—un nudo se forma en mi garganta y muevo la silla hacia la puerta.

«Lo mejor será olvidarme de esto».

Los días en el hospital fueron solitarios. A fin de cuentas, no es como que tenga familia o a alguien a quien le importe. Debo estar acostumbrado a esto, ¿no? Aun así, no deja de ser frustrante en todos los aspectos. Me tuvieron como rata de laboratorio, pero no dieron con lo que querían o buscaban. Todos los estudios y análisis han salido bien, por lo que el doctor decidió darme de alta hoy. Me enteré de que a ella le dieron de alta ayer, pero ni siquiera vino a visitarme, a despedirse o a insultarme. La impotencia de estar limitado por estas muletas es desesperante.

Me traen a mi casa en una ambulancia, ya que no tienen a algún familiar o alguien cercano a quien llamar. Toda mi vida está patas arriba, casi igual a mi casa. Alguien vino a destruir lo poco que tenía y, a decir verdad, ya nada me importa; no es como que haya sido la gran cosa. No sé qué haré de ahora en adelante. No puedo trabajar así, ni siquiera creo que pedir limosna en una esquina me sirva. Sin contar que debo pagar la renta, es un milagro que no hayan venido a cortar la luz y el agua. Deberé hablar con el dueño para que me dé una oportunidad de pagar poco a poco lo que debo.

Paso por encima de mis pertenencias, los vidrios y los cojines. Debo recoger este miserable lugar, pero no sé cómo podré hacerlo.

Estoy en medio de la sala, cuando escucho un toque en la puerta. Probablemente es el dueño y si ve este chiquero va a molestarse.

Suelto las muletas y salto en una pierna hacia la puerta, ya que no iba a llegar tan rápido con ellas por el mismo reguero que hay en el suelo.

Al momento que abro la puerta, me doy cuenta de que se trata de Araceli, algo que me sobresalta de inmediato.

—Hola— en su mano trae una bolsa blanca, pero no puedo descifrar lo que hay en ella.

—¿Qué haces aquí? Dijiste que no me conoces. ¿Cómo pudiste llegar aquí si no lo haces?

—Pedí tu información en el hospital. ¿Puedo pasar?

—¿Por qué entrarías a la casa de alguien que no conoces? ¿No te han dicho que eso es peligroso?

—¿No dijiste que nos conocíamos? Si me conoces e incluso me salvaste, ¿por qué sería peligroso?

«Esta condenada tiene su punto».

—No sé si te das cuenta, pero no estoy para recibir visitas.

—Ya veo. Solo quería traerte esto. La comida del hospital es muy mala, así que deduje que querrías comer algo más fuerte, nutritivo y casero. Además de que esto te ayudará a recuperarte. Estás muy pálido y delgado.

—Gracias, pero no quiero tu lastima.

—No lo hago por lastima, yo...

—Echo de menos lo que eras. No puedo acostumbrarme a esta forma de tratarme ahora. Entraste en mi vida para desordenarla más de lo que ya estaba y ahora de un momento a otro cambias conmigo. ¿Crees que no duele? Es cierto que fui un idiota, te dije muchas cosas horribles, pero realmente no las sentía. Si nada puede ser como antes, mejor desaparece de mi vida y no me tortures más.

Se queda atónita y paralizada por unos instantes, pero veo que sus labios tiemblan.

—Lo siento—su fuerte abrazo me paraliza—. Lo siento mucho, pero no sabía cómo reaccionar o enfrentarte — estalla en llanto y solo me limito a oírla—. Maldijiste el momento en que me conociste, es por eso que para liberarte de esa carga, preferí hacer de cuenta de que no nos conocíamos y así podíamos desprendernos. Creí que sería lo mejor para los dos, pero muy en el fondo duele. No sé qué fue lo que sucedió, pero yo sí te recuerdo; recuerdo todo lo que pasamos juntos.

—¿Lo haces?

—Sí, lo hago—tras su afirmación, rodeo su cuerpo sin poder creer que realmente ella sí me recuerda.

La calidez de su cuerpo de por sí es reconfortante. Tal vez después de todo, no estoy completamente solo.

La opresión en el pecho me nubla la vista, debido a las mismas lágrimas que brotan de ellos.

Impostor [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora