de aquí no sales

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capítulo cuatro: disputa

—¡No, no me puedes dejar aquí! —lloraba Lisa al ser encerrada en su habitación— ¡Abre la maldita puerta, Park!

—Mucho más a mí me duele de lo que a tí te esta doliendo —dijo del otro lado recargandose en la puerta cuando finalmente la había cerrado.

—Vete al carajo —habló por lo bajo. Lisa ni siquiera se había fijado que su puerta no tenía para cerrar o abrir por dentro de la habitación, él lo había quitado.

—¡Conmigo no te equivoques, Lalisa! —gritó al escuchar lo que había dicho y salió de casa, dejándola en esa habitación sin comer.

Cuando al fin escuchó el golpe de la puerta se hecho a llorar entre las cobijas. Estuvo toda la tarde tratando de abrir la habitación, pero se arrepintió, no sabía qué pasaría si Park la veía afuera.

Park solo le brindaba amargos momentos, pero cuando quería también podía ser dulce.

Caminó hasta llegar al balcón, abrió las puertas y se acercó al barandal.

Solo miraba la altura y pensaba que si saltaba su infierno acabaría, para ella era mejor morir que seguir por el resto de su vida atada a Park.

Tomo un pequeño banco y se subió en él, se detuvo del barandal con los ojos cerrados.

Solo era un brinco para que por fin todo terminara.

Una voz hizo que se sobresaltara, perdiendo el equilibrio cayéndose hacia atrás, su corazón estaba a mil palpitando por el susto.

—¿Te asusté? —preguntó de nuevo aquella voz.

Con sus piernas temblorosas se levantó del piso y alzó su rostro enojada, pero cuando vió a aquella rubia se formó una sonrisa en sus labios.

—Un poco —limpió su ropa.

—¿Tienes hambre? Te he visto todo el día en tu habitación —ella sabía bien que había pasado, los gritos de hace rato irrumpieron su siesta y se asomó por el balcón, al ver como aquella pelinegra se ahogaba en su llanto la hizo querer protegerla de aquel hombre.

—Oh, solo un poco —se tocó su barriga, sonriendo algo avergonzada.

—Espera aquí —corrió hacia su cocina, guardó comida suficiente y agua en una pequeña mochila, como la distancia no era tan larga fácilmente podía lanzarlo hacia el otro lado—. Atrapalo —Lisa iba a decir que no, pero fue interrumpida cuando la mochila cayó a su lado—, provecho —se sentó en la pequeña mesita del balcón y veía con una sonrisa como Lisa asentía comenzando a comer con felicidad.

Después de eso, conversaron un rato pero Lisa escuchó llegar a Park, lanzó de nuevo la mochila y se despidió de ella agradeciéndole aquello con una sonrisa, Chaeyoung sonrió y entró a su casa.

Chaeyoung había disfrutado esa bonita tarde. Chaeyoung hacía sentir un poco feliz a Lisa.

Un día estuvo Lisa encerrada en su propia habitación, gracias a su esposo consumido por los celos y la idea de que ella tuviera algún amante.

el mal querer | chaelisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora