GLAM [Victoria X Glam]

Capítulo 3.

El jóven Glam se encontraba plácidamente acostado sobre su cama, en aquella habitación que se había convertido en su hogar.

Leyendo uno de sus libros de fantasía favoritos con una pequeña sonrisa en su rostro.

Imaginaba a la valiente, fuerte, intrépida y amable protagonista.

Era imposible para él no tener la imagen mental de Victoria.

— Oye Glam, ¿Viste mi chaqueta?.— La voz de su amigo Ches le llamó la atención.

Posó su mirada hacia una pequeña montaña de ropa acumulada, señaló con el dedo y el castaño comenzó a buscar e aquél montículo.

— Veamos ... — Acercó su nariz para olfatear la chaqueta, a lo que hizo un pequeño gesto de asco.— Diablos, olvidé lavarla ... como sea, lo haré mañana.

Glam negó con la cabeza divertido al escucharlo pero no despegó su atención del libro.

— ¿Glam, no irás conmigo?.— Preguntó Ches mientras se terminaba de colocar un zapato.

— Lo siento Ches, pero no creo que sea buena idea tener dos noches seguidas rodeado de personas alcoholizadas o bajo los efectos de ciertas sustancias ... — Arqueó una ceja.

— Bien, ¿pero mañana sí? — Se acercó a la puerta, tomando la perilla con una mano .

— Mañana sin falta.

— Claro que no faltarías, sino no podrías ver  tu ''novia''.

— ¡Ches, no es mi novia! — Dijo avergonzado.

— Aún no. —  Sonrió de manera divertida.

— No digas tonterías ... — Pronunciaba en voz baja ocultando su rostro con ayuda de aquel libro.

— Bien entonces me iré por unas nenas.— Dijo en tono coqueto. —Ya sabes si mamá despierta no hagas ruido, ¡adiós viejo!

Esas fueron sus últimas palabras para luego dejar a su amigo rubio dentro de la habitación.

— Victoria ... 

Dejó salir entre suspiros mientras que leía una de las líneas que describían a su amada protagonista.

Cerró rápidamente el libro mientras se observaba claramente ... que estaba avergonzado. 

¿El motivo?

En una oración leyó con suma atención ''pechos turgentes'', eso fue suficiente para que su gran imaginación hiciera su trabajo.

Se sentía muy extraño, antes tenía que evitar estos impulsos para que su padre no lo castigara severamente.

Pero aguantarse tantos años, tiene sus consecuencias. 

Su pulso se aceleraba cada vez que recordaba el rostro bello de la chica y juraría que podía sentir su aroma, aunque suene absurdo.

Sus manos temblaban mientras sentía una gran incomodidad, ''ahí abajo''.

Por primera vez sabría lo que se siente tener que ocuparse de ese ''asunto''.

°Ukushaya indlwabu kokuqala kukaGlam.°

Cuando terminó con mucho cuidado limpió toda la habitación para que no quedaran rastros de ese penoso acto.