III

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Tenemos un 911

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Tenemos un 911

—¿Puedo volver a decir que odio la universidad?

—No.

Aplasté la patata contra el pequeño recipiente con kétchup, hasta que se deshizo en la salsa, y mi mirada no salía de los ojos miel de Brian.

—Ya es como la quinta vez que lo dices en lo que va de día —protestó, y se dejó caer en su silla.

—Claro que sí —interrumpió Abel—. Puedes hablar todas las veces que quieras, preciosa —me guiñó un ojo, y llevó una patata a sus labios, para masticarla con lentitud.

Puse los ojos en blanco.

—La vida es una puñetera mierda —sentencié, y metí el dedo en el kétchup con el cadáver de la papa, para luego chuparlo.

—Qué asco, Paris —se quejó Diana, con una mueca de asco en todo su rostro.

—Esa es tu frase célebre —le interrumpió Brian con diversión.

Diana le dio una mirada asesina.

Diana y Brian son exnovios, y la vida es tan conveniente, que ambos son mis dos mejores amigos.

Bravo, Paris, bravo.

—¿Ya dije que detesto estudiar negocios? —inquirí, y todos en la mesa asintieron con fastidio, excepto Abel, que me miraba con ese toque de fascinación.

—Puedes quejarte de nuevo, tan solo para escuchar tu voz —dijo el chico, y colocó una mano en su pecho—. Me llaman... Romeo.

Brian le propinó un codazo en las costillas, que le hizo escupir el bolo que se había formado en su boca sobre el plato.

Lo observé con desagrado.

Miré a Diana a mi lado, que observaba hacia un punto en el vacío, seguramente perdida en sus pensamientos.

Pasé mi mano por delante de ella para que reaccionara, y giró su cabeza hacia mí.

—¿Qué pasa?

Me acercé a su persona, y hablé cerca de ella, bastante bajo para que los demás no lo escucharan.

—Tengo un plan.

Ella sabía a lo que me refería, y asintió con la cabeza varias veces para que continuase.

—Luego de las clases, el equipo de fútbol de la universidad tiene entrenamiento. Me voy a pasar por allí a ver que encuentro.

—Los futbolistas en su mayoría son idiotas. Por lo menos que no sea el capitán —declaró Diana.

—No, tranquila, sé evaluar mis movimientos con precisión.

—¡Paris! ¡Diana! —la voz de Renee me sacó de mis pensamientos, y la rubia y yo nos giramos para ver cómo la morena se acercaba a nuestra mesa con entusiasmo, y sosteniendo una bandeja de comida.

Te ves como el chico Perfecto ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora