Cap 4 La Peregrinación de Bayoán

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Capitulo 4 La peregrinación de Bayoán

Ajeno a lo que estaba pasando en el "Paraiso" Conducía mi vieja camioneta por la autopista en dirección al Hospital.Me decía a mi mismo -Bayoan Santos todo va a estar mejor ya la pesadilla pasó- La carretera hacía una larga curva al llegar al extremo norte del distrito de San Fernando de la Carolina. En el lado norte de la carretera se levanta orgulloso el moderno aeropuerto internacional José Huertas González. Nombrado en honor a un incansable luchador en contra de la violencia y las injusticias. Aquel aeropuerto era eje de la transportación en el extremo oriental del caribe. Al otro lado del aeropuerto pude observar las ruinas de dos enormes templos. El primero de ellos era el antiguo lugar de adoración de la Iglesia Progresista Internacional, aquel templo había sido separado por una pequeña verja de alambre de torbellino del Centro de Investigación de las Ciencias y Matemáticas. En el primero se tenía por autoridad a tres deidades esotéricas. El dios dinero, el espíritu consumidor y el hijo de la gran pala. Ellos creían fervorosamente en la adquisición de ornamentos y posesiones altamente visibles como prueba de su santidad. El segundo tenia como autoridades la diosa madre estadística patrona de los números manipulables, la diosa especulación patrona de las verdades que murieron tempranamente como la teoría de la paradoja de la información de Hawkins y por último la diosa santa toga patrona de los doctorados y la élite intelectual. La diosa de aquellos que comprenden como se mueven los astros en el cosmos pero no saben cambiar la llanta de su automóvil. Me he percatado con los años que la filosofía tiene dos vertientes la ciencia y la religión y que la verdad residía en un punto infinitamente pequeño entre las dos. Tengo amigos científicos que son fervorosos cristianos y conozco algunos religiosos que son las personas mas ruines que he visto. La ciencia por un lado te dice que tiene todas las respuestas pero que siempre hace falta mas dinero para pagar los sueldos y materiales de investigación y que solo los mas grandes científicos las pueden comprender. Los religiosos dicen que tienen todas las respuestas pero que solo los hombres santos las pueden interpretar, mismo problema dicho con diferentes palabras. Lo cierto es que mientras unos mendigan a los feligreses para obtener dinero otros utilizan el dinero arrebatado de las manos de los contribuyentes en forma de contribuciones gubernamentales dos caras de la misma moneda. Siempre her creído ser de los que entienden que el secreto de la vida no es de donde viene sino a donde va, esos que están en el borde ranurado de la moneda. Durante años los insistentes en los dos templos cultivaron la enemistad hasta que un poderoso huracán categoría 5 provocó una marejada ciclónica que arraso con ambos edificios. Aquellos dos templos fueron un ejemplo de la fe y la ciencia emparejados por un universo analógico y no digital.

Continué mi camino hacia el hospital y ahora tome el expreso #42 que vira hacia el oeste atravesando la majestuosa ciudad de San Juan en dirección hacia la ciudad de Bayamón. Hacia unos minutos que transitaba por aquella vía cuando de frente se podía ver un túnel de unos 400 metros de largo. Baje el volumen del radio por que dentro del puente no había recepción. Un camión de arrastre pasó a gran velocidad a mi lado mientra yo entraba en el puente. Había recorrido alrededor de 1/3 parte del túnel cuando un fuerte terremoto sacudió el lugar. Mientras temblaba maniobre mi camioneta pasando caso todos los automóviles que errática forma trataban de mantenerse en curso dentro del túnel. Por un milagro, por probabilidad estadística o por pura suerte llegue justo al lado del camión de arrastre. En esos instantes parte del techo del túnel colapsó sobre los vehículos que lo atravesaban, para mi suerte estaba cerca del camión de arrastre que antes me había rebasado. Al caer el techo se detuvo a escasas pulgadas de mi camioneta sostenido por el inmenso vehículo de carga. Todas las luces del túnel dejaron de emitir su mezquina luz y durante unos minutos que me parecieron una eternidad todo fue tinieblas.

Me encontraba asustado y confundido no sabía si estaba dormido y soñando una pesadilla o aquello era realidad. Apague el motor de la camioneta y busque me teléfono móvil. Trate de marcar el 911 pero una voz al otro lado de las ondas etéreas me indicaba que todos los circuitos estaban ocupados. Encendí en radio pero como ya sabía no había recepción dentro de aquel mausoleo de concreto y acero. Encendí las luces de mi camioneta y aunque solo una funciono pude ver que no todo el techo del túnel había caído. Tome una decisión de que no me quedaría a esperar la muerte dentro de aquella tumba y abrí la puerta de mi vehículo. Me bajé con precaución no sin antes tomar el llavero y busque en la parte trasera de la camioneta una linterna de baterías que siempre llevo conmigo en una caja de herramientas, también me hice de una pequeña navaja para abrir cajas. Todavía algunos vehículos permanecían encendidos consumiendo el valioso oxigeno y transformándolo venenosos gases de invernadero. Traté de sacar al conductor del camión pero el infortunado se encontraba sin vida dentro del transporte. Seguí mi camino en dirección al sur por que hacia el norte no había paso. Ahora gateaba entre los aplastados vehículos y me arrastraba entre algunos mas bajos avanzando lentamente en dirección del sur. Seguí buscando un camino entre las ruinas del túnel, habían pasado uno 15 minutos desde el temblor pero me sentía como si hubiera pasado un día completo. Comenzó a invadirme un cansancio, pensé que el oxigeno se agotaba y por un momento mire hacia atrás y pude ver como una figura vestida de negro me hacía señas de que regresara hacia atrás. En ese momento recordé las palabras que recitaba mi madre cuando se sentía con miedo. Mira oh Jehová Dios mio, alumbra mis ojos para que no duerma de muerte. Seguí arrastrándome entre los vehículos y pude ver un pequeño rayo de luz que se vislumbraba a lo lejos. Seguí moviéndome lentamente hacia la luz, mis extremidades ahora dolían producto de la lenta y agobiante peregrinación entre los escombros. Con cada metro que avanzaba sentía que mis manos y piernas se querían rendir, solo el pensamiento de libertad de no tener que volver a visitar el Almacén de El Paraíso y el temor a no volver a ver a mi Padre en el momento que mas me necesitaba me impulsaban a seguir hacía adelante. Aun así mis extremidades ya no aguantaban mas y cedieron al tratar de avanzar. Caí de bruces justo al lado de lo que quedaba de una minivan de fabricación Coreana. Allí me encontraba casi sin respiración, adolorido y extenuado comencé a recitar en mi mente una porción del libro de los salmos que dice. "Aunque ande por valle de tinieblas y de muerte el temor no podrá impedirme vencer al mal y es solo por que tu andas conmigo. Tu vara y tu cayado me infundirán a aliento." Cuando estaba a punto de cerrar mis ojos y aceptar el frío abrazo de la muerte escuché a lo lejos un llanto. Aquel gemido casi imperceptible llego a mis oídos y le pegó una cachetada a la muerte trayéndome de vuelta a los escombros de aquel túnel en la Tierra del Valiente Señor.

Volví en mi mismo nuevamente y me apoyé sobre mis rodillas. Usé las linterna de baterías que tenía en mi mano y alumbré hacia la camioneta cerca de donde me encontraba. El techo de la camioneta no había colapsado del todo, la parte delantera estaba completamente aplastada bajo en peso del hormigón pero al parte trasera había sobrevivido y un diminuto pasajero lloraba amarrado todavía a su silla de seguridad para infantes. Trate de abrir la puerta pero en vano fueron mis intentos. Ahora envalentonado use la linterna para romper el vidrio trasero que con un estruendo cedió ante el golpe de mi lumbrera. Me arrastré dentro del vehículo y llegué hasta el asiento trasero donde se encontraba el infante. Usé la pequeña navaja que tome de mi caja de herramientas y corte las amarras que sujetaban al infante. El llanto del pequeño fue como una canción a mis oídos. Ahora si moría bajo el túnel al menos no estaría solo. Busqué entre las ruinas del vehículo y encontré un cargador de los que permiten cargar un infante en el pecho, también encontré un bulto con un biberón preparado y un par de juguetes y lo que parecían ser papeles o documentos. Me colgué el arnés y aseguré al infante en mi pecho. Tome el bulto y salí arrastrándome del vehículo. Justo cuando toqué el suelo una replica del terremoto hizo que la parte del techo de la camioneta colapsara bajo el peso del techo. Abracé la criatura y la protegí pegada a mi pecho mientras el temblor pasaba.

Ahora una nube de polvo ocultaba casi por completo la pequeña luz que había visto con anterioridad. A duras penas podía desplazarme debajo de los escombros. Algunas veces tenia que desviarme del rumbo para evadir obstáculos y charcos de combustible. La adrenalina que me impulsara a tomar el infante conmigo estaba desapareciendo de mi sistema y la fatiga se apoderaba de mi. Cuando más cansado me sentía escuche voces cerca de donde me encontraba así que hice acopio de mis últimas fuerzas y gateé los últimos metros hacia donde estaba la luz literalmente a final del túnel. Llegué y aunque no había paso para un hombre de mi tamaño al menos el infante cabía. Grite -¡Auxilio! ¡Auxilio! ¡Ayuda por favor! ¡Ayuda por favor! - En ese momento lloré. Lloré como llora un niño desesperado por encontrar a sus padres. Lloré amargas lagrimas, algunas por el terremoto, algunas por la lucha en el túnel pero la mayoría eran lagrimas viejas. Aquella viejas lagrimas producto de los años de abuso laboral, de soportar las palabras cínicas en aquel infierno de trabajo, de las malas-crianzas de prepotentes clientes y de los largos días de trabajo en condiciones hostiles. En aquel momento cuando el peso del momento parecía aplastarme ocurrió un milagro.

Protocolo 42Where stories live. Discover now