Capítulo 21

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La danza está a punto de terminar, podría terminar en tus brazos o bailando sola para la eternidad.

¿Entonces, que es la depresión? ¿Cuál es el término correcto para describir tal dolor? los que la viven sufren en agonía; el limbo, para los que siguen vivos. El abandono personal empieza a ser evidente en algunos casos, engordar o adelgazar al extremo puede llegar a ser gritos de auxilio silenciosos que casi nadie escucha, ni ellos mismos.

No había paz en aquel infierno lleno de imágenes tan vividas que saltaban una detrás de otra ahogándola en un mar lleno de recuerdos. Solo había oscuridad dentro de su mente y aquellas voces que sonaban de algún lado: en un momento aparecía a lado de su madre, donde su mente jugaba con ella creando momentos demasiado tangibles, aunque sabía que no era real, la alucinación la engañaba cruelmente haciéndola creer que el mal trago de la muerte nunca había ocurrido; luego aquel maquiavélico delirio cambiaria a otro más frio, donde estaría caminando al cementerio deslizando su mano en la caja mortuoria abierta, era ese momento donde sentía que su corazón estaba a punto de detenerse, pues el semblante pálido de su madre solo daba la impresión dormida, había tanta paz en ese rostro que Camila pensaba que todo estaría bien y que en cualquier momento abriría los ojos y saldría de la caja. Sin embargo, llegarían al panteón, donde los demás cerrarían la caja, no sin antes ver como lágrimas de sangre surcaban el hermoso rostro durmiente, borrando la paz de su rostro.

Aquella pesadilla llego a su fin cuando el cadáver abrió la boca gritando de dolor, la miraría a ella con los ojos rojos inyectados en sangre, alzaría los brazos tratando de evitar que la dejaran atrapada, trataría de pedir ayuda pero los gritos de su madre no serían escuchados porque el sonido del martillo sería más fuerte. Camila quiso despertar en ese instante , porque sabía que eso no podía ser real, pero el limbo es eterno y los tormentos aun seguirían arrastrándola entre la realidad y la locura.

El frío cubrió su cuerpo cuando otro nuevo recuerdo resplandeció en su cabeza como si fuera una película, los colores eran tan chillones que supo de inmediato que aún era una visión. Ahí estaba ella, regresando del cementerio para guardar las cosas donde se había velado el cuerpo de su madre, tratando de limpiar los pétalos de flores que cayeron lejos de los arreglos; podía mirar las sillas vacías de aquellas personas que la acompañaron en el velorio, ya no había nadie. Lejos de calentar la comida, guardar el pan o incluso apagar las pocas velas que habían quedado encendidas, abrió la puerta de la habitación de su mamá y miró con terror aquella cama donde la persona que más amaba había fallecido.

Había tanto frío en aquella gran casa, que le calaba hasta los huesos, podía abrigarse pero aun así el olor a muerte se desprendía de las paredes como niebla congelante. Camila aún permanecía frente a la cama, mirando a su alrededor en la busca de alguna sombra; las sábanas habían sido cambiadas, las almohadas, el suelo estaba pulcro, habían sacudido la mesa de noche, y puestos gardenias frescas. Si un extraño viera aquella habitación la encontraría acogedora; con los ojos hinchados de tanto llorar, camino lentamente hasta tumbarse en aquel lugar, la gelidez de la cama la recibió como besos helados en su piel, nuevamente el olor hizo que su nariz ardiera, frescas lágrimas empezaron a salir de sus ojos surcando el mismo camino de sus mejillas hasta mojar el edredón blanco, esta vez no hubo quejido alguno que saliera de sus labios, más el dolor en su pecho era tan intenso que deseo la muerte ahí mismo.

Pensó que los tormentos jamás cesarían, cuando abrió los ojos de nuevo la realidad había cambiado nuevamente, tenía la expectativa de encontrarse con otro pesar, pero estaba equivocada, esta vez el presente la recibió en una cama desconocida, entre los brazos calientes del hombre que quería, luego del calvario había llegado al cielo, pensó. Pero el cielo era para las personas buenas, Camila sentía que era demasiado egoísta para ser buena, lentamente se deslizo de la cama abandonando el cálido refugio. Cuando se puso de pie, otra realidad la golpeo, quizás, dentro de su locura, no había sentido la necesidad de comer, y en la realidad tampoco tenía apetito, pero su cuerpo le paso factura por el abandono que al levantarse de la cama, se mareo al instante, sus piernas se sintieron débiles y un dolor de cabeza le atravesó con la velocidad de un rayo, se quejó en voz baja, sin querer despertar a Damián que aún seguía durmiendo.

Eres una estúpida.

Se dijo a sí misma, se bañó en silencio admirando el techo del baño: cuando salió de la ducha se vistió con ropas cómodas, un pantalón de chándal, deportivas blancas y una camiseta de mangas largas, alzo su cabello en una coleta, y tomo las llaves de su auto para guardarlas en su pantalón, su celular estaba descargado, por lo que no sabía la hora exacta, posiblemente eran las nueve de la mañana. Afuera el sol se mantenía oculto en una capa vaporosa de abundantes nubes grises que se expandían por todo el cielo, el aire que corría por las casas de cemento era caliente, las calles ya estaban repletas de un tráfico aterrador. La vida continuaba afuera. Camila regresó nuevamente a la habitación de Damián, donde tomó prestaba una hoja de papel y una pluma, trataría de agradecer todo, plasmar en las letras aquel sentimiento que le calentaba hasta las puntas de los dedos; empezó la carta con un Querido Damián y la tinta quedó suspendida en un punto mal hecho.

— ¿Qué haces? — De pie, detrás de ella, el hombre se había despertado, parecía igual de cansado que ella, sus ojos oscuros recorrieron su cuerpo y aquella delatora hoja de papel palpito entre sus manos, Camila pudo jurar que escucho como los engranes de la cabeza del muchacho empezaban a girar uniendo los puntos hasta descubrir la respuesta, después de largos segundos la mirada que le dirigió fue severa, Camila no podía entender por qué se sentía vulnerable. —No tienes por qué huir Camila. — Él avanzó hacia ella, sin vacilar siquiera, la abrazo con fuerza, dejando un corto beso en su frente.

— Perdóname Damián — susurro. — Yo necesito regresar a mi tranquilidad. — Dijo, sin poner resistencia

—Está bien, todo lo que decidas está bien, solo no quiero que huyas. Te llevare al aeropuerto, compraré tu boleto, pero no te vayas de esa forma. — La miraba directamente a los ojos, haciéndola sentir débil. — Me portare bien, lo prometo. — Su voz era rasposa, suave, llena de tanta bondad que la hacía doblegarse, si ella no fuera tan estúpida para verlo.

— No quería hacerte daño. No quiero seguir lastimándote. — Dijo, con la voz a una décima de quebrarse en llanto, ella rodeo la cintura del joven, apretando su rostro contra su pecho, respirando el calor, le gustaba tanto la forma en que sus cuerpos parecían fundirse y formar uno solo, amaba el olor de su piel morena.

— A estas alturas me eh dado cuenta que me haría más daño no poder despedirme de ti. — sintió los dedos de Damián en su espalda, se movían en círculos tranquilizantes, ella respiro profundamente.

— Damián yo... Lo siento tanto. — Dijo, sintiéndolo realmente, dolía alejarse, y más sabiendo que era para siempre.

— Camila. Yo te amo, estés o no a mi lado. — Confeso — Claro que si te quedas seré muy feliz, pero si tú no lo eres entonces prefiero que te vayas. — Jamás voy a obligarte a nada mujer, perdóname por actuar como un imbécil ayer.

— ¿Te comiste un libro de poesía? —Ella rio mientras se ponía en puntas y besaba a Damián en los labios, él se inclinó, poniéndose a su alcance. — Gracias. — Le dijo con ternura, con los ojos cerrados y los labios aún pegados a los suyos.

— Te amo. — Susurro, con el corazón en la mano, muriendo por dentro, gritando por dentro, pero estaba bien, si ella está bien, yo estaré bien, pensó amargamente.

— Gracias por todo. — Susurro Camila, besándolo de nuevo.

— Te amo. — Susurro nuevamente, alzándola entre sus brazos y besándola en la boca. Esta vez más lento, pausado, saboreando el ultimo recuerdo de sus labios, grabando en su memoria el sabor de su boca, la textura de su lengua contra la suya, respirando su aroma, dulce, tentador, recorriendo con sus manos las suaves curvas de su pequeña espalda. Descargo su amor en ese beso, respirando acompasadamente, dejando a un lado el fuego, solo quería adorarla, la quería para siempre.

Tuya para siempreWhere stories live. Discover now