La condición sine qua non de la conciencia es su propia constatación, y cómo tal, constituye la esencia de la metafísica trascendental.
Sí bien es cierto que la conciencia tiene un origen puramente anecdótico y fortuito en la historia de la evolución natural, sería un error relegarla a un segundo plano, es decir: disminuirla hasta el ámbito de la moral. Siendo cómo vivimos en el siglo veintiuno, está visión atrofiada actúa como un anacronismo en esta sociedad, que sólo un factor permite justificarlo, que no disculparlo: la mencionada en el título comodidad.
Lo que parece ser una exageración, se comprende, e incluso llega a parecer un juicio superficial, con la definición, por otra parte ya realizada a lo largo de la historia repetidas veces, del concepto de conciencia y de sus ámbitos de actuación y presencia.
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