5. Descubrir una parte de ti que no había conocido

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Sonrió al ver a Tony pasear al lado de Stephen, los dos muy sonrientes y muy enamorados.

—Jamás creí ver a Tony tan... enamorado —comentó Natasha, quien, al lado de Steve, también vio a la pareja en su propio mundo.

—Stephen le dio agua de bóxer, es la única explicación que le encuentro a esa actitud —Steve se carcajeó por la estupidez que había dicho Bucky.

—Ustedes no son quienes para hablar así de Tony; cuando empezaron a salir, eran peor —respondió el rubio—. Bucky, tú andabas en Natashalanda todo el tiempo, casi te rompes el brazo por eso.

—Claro, defiende a tu novio y su novio —bufó Bucky, fingiendo enojo—. Vámonos, Nat, no soporto a los traidores.

—Niño dramas —rió Steve, abrazándolo por los hombros.

Estaban en el segundo receso del día, apoyados contra una pared en el fresco corredor, viendo al resto pasear y existir. Clint y Bruce llegaron unos minutos después, con helados para hacer más llevadero el calor del mediodía. Los abrieron y se sentaron, escuchando el bullicio que causaba el amistoso partido de fútbol, los murmullos de los pequeños grupos regados por todo el patio y las carcajadas juveniles. Sonaba un poco de música desde algún lado, voces cantar y gritar la letra de la canción; un magnífico solo de guitarra atravesó el aire, y Steve sintió la emoción recorrerle las venas.

—¿Ustedes también se excitan con el rock?

La emoción lo abandonó y solo pudo formar una mueca de desagrado, aún con la paleta de limón pegada a sus labios. El pequeño y cómodo silencio desapareció, dando paso a las quejas y maldiciones a Clint, que había arruinado la buena vibra. Rió un poco, aún algo asqueado, porque solo a Clint se le ocurría decir algo así en medio de la emoción grupal producida por ese solo de guitarra.

—No sean mojigatos, el rock excita —continuó, y Natasha le lanzó el empaque del helado hecho bolita.

—A mí solo me emociona —respondió Steve—. Y me recuerda a Tony.

—Ya vas con tu enamoramiento —suspiró en broma Bucky, sacando la paleta de naranja de su boca.

—Ya les dije que no me gusta Tony, carajo —resopló, limpiando la gota de helado que le había caído en el dedo—. Son muy necios con eso.

—¿Con qué? —preguntó Tony, llegando al grupo y sentándose en el espacio junto a Steve.

—Con que Steve y tú se gustan —Tony le sacó la lengua a Natasha, y la pelirroja solo rió con la actitud infantil del genio—. Sucede que están en la etapa de negación.

—Estamos en la etapa "Steve es mi hermano mayor" —respondió, quitándose un mechón del rostro—. Ah, y también en la etapa "me gusta alguien más".

—¿Puedes dejar de mandarlo a la friendzone así de feo? —dijo Clint—. Hasta a mí me duele.

Tony rodó los ojos, suspirando. Todas las bromas sobre ellos dos siendo pareja habían empezado a los seis meses de que empezaran a ser compañeros de cuarto, cuando la confianza y amistad en el grupo empezaba a surgir. Fue culpa de un juego estúpido e infantil que se les había ocurrido, y cuando estaban fuera de los cuartos por la noche, todo suena a una buena idea. Eran, en total, siete jugando: Sam, quien había sido el de la flamante idea y había explicado el juego, para el cual necesitaban cartas que Bucky había brindado; Natasha y Clint, los encargados de sacarlos y regresarlos a los cuartos de manera discreta; Bruce, posiblemente el único poseedor de neuronas funcionales, Steve como la voz de la razón que empezaba a dejar de funcionar como tal y Tony, quien había llevado bolsas de Cheetos, unas cuantas latas de Pringles y sodas, todo para pasar un buen rato. El resto no había querido o ya estaba durmiendo.

Menos que un amor, más que un amigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora