12. Dije que cosas que maldigo, fuera de lugar, fuera de tiempo

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Entraron tranquilos al cuarto, Tony quitándose la sudadera de Steve y poniéndola en la cama contraria, para luego caminar hacia su cama y dejarse caer entre las desordenadas sábanas. Steve, por su parte, encendió la luz del escritorio y se sentó; se sentía inspirado para continuar con el ensayo, y esos lapsos de inspiración los aprovechaba al máximo, no sabía cuál sería el último. Tomó el lapicero y empezó a escribir, dejando que el objeto se deslizara por el papel.

—Hey, Steve —llamó Tony, ya bajo las sábanas pero sin querer dormir aún—. ¿No te parecía que estaban... raros?

—No, ¿por qué dices? —preguntó, sin despegar su atención de las palabras que iban apareciendo, pero decidiendo cambiar el lapicero por lápiz; había estado cometiendo errores y poniendo letras fuera de lugar.

—Bueno, Natasha y Loki estaban como... de malas, como si Clint cancelara planes o algo así —explicó, moviendo las manos en el aire—. Y Clint tal vez me dijo algo... —se incorporó, sonriendo travieso. Steve rompió el lápiz.

—¿Qué te dijo ese boca floja? —se volteó hacia el castaño, después de dejar los dos pedazos de lápiz de lado y verificar que no tuviera alguna astilla en el dedo.

—Algo de un closet, pero no quise creerle —cambió la sonrisa por un ceño fruncido al ver la reacción del otro—. Porque es broma, ¿verdad?

—Sí, es broma —se volteó de regreso, pensativo.

—¿Lo juras?

—¿Tienes un lápiz? Rompí el mío.

—Steve, era broma, ¿verdad? —Tony se levantó de la cama y caminó hacia el escritorio de Steve, pinchándole un hombro con el dedo

—Oye —se quejó, alejando el dedo contrario—. No te descontroles.

—No me cambies el tema; ¿sí era broma? —Steve, con un suspiro, se impulsó lejos de la mesa, pasándose ambas manos por la cara. Tony se inclinó sobre el papel en la mesa, y luego se apoyó en el mueble.

—No, no era broma —respondió, cruzándose de brazos.

—¿Querían encerrarnos en un closet?

—Uhum —asintió—. Tengo que decir que su confianza en que eso iba a funcionar es la que necesito cuando entrego trabajos de historia.

—Trabajos de historia que terminan en un 10 —murmuró, viéndose los pies—. ¿Y para qué querían encerrarnos en un closet? —Steve tragó saliva, sintiéndose nervioso. No era así como tenía planeado exhibirse, aún necesitaban tiempo, los dos. Decir porqué iban a ser encerrados sería confesar lo que por tanto tiempo lo estuvo ahogando, lo cual, honestamente, también sería un alivio, pero solo para él; ¿y Tony? ¿No había terminado con Stephen recién el miércoles? Ese corazón aún necesitaba sanarse, y que viniera otro a confesarse no iba a ayudar en nada.

—Oh, bueno, quién sabrá —yup, eligió la opción más fácil y segura para la dignidad y corazón de todos: fingir demencia.

—Tú sabes —dijo—. Tu cara lo dijo. Y sabes que cuando sabes algo que me afecta, afectará o afectó, yo quiero saberlo —se acercó más a Steve, quien no vio otra salida aparte de levantarse y caminar hacia su cama, dejándose caer en el suave colchón. Apoyándose en sus codos, se sentó en la cama y arrastró hasta el centro, cruzando las piernas—. No me hagas atacarte.

—Es muy difícil tenerle miedo a un medio metro —respondió burlón. Tony sonrió con malicia y saltó hacia Rogers, obligándolo a acostarse completamente y colocándose bien sobre el cuerpo contrario, empezando un ataque de cosquillas que tuvo a Steve retorciéndose y riéndose abajo de Tony, mientras el otro lo atacaba sin piedad—. ¡Bue-! ¡To-to-ny! —lo agarró por las muñecas, deteniendo el ataque, aún jadeando por las carcajadas—. Eso es jugar sucio.

Menos que un amor, más que un amigo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora