19. Un poco de oscuridad

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Blas

🤍

En el castillo, específicamente en el área norte donde se encontraba la habitación de Davina, todo era un poco más silencioso y tranquilo. Allí pasaba mis días usualmente, sobre todo después de ir a misiones porque me daba paz y tranquilidad a pesar de estar solo. Muchas veces, Davina debía atender asuntos importantes, así que me dejaba entrar al castillo con la condición de que lo dejara totalmente cerrado al irme.

Suspiré profundamente mientras observaba el horizonte, el cual, muy lejos de aquí, se encontraba con el mar azul brillante bajo la luz del sol. Desde allá hacia acá, estaba todo el bosque, bañado por el color verde de los árboles que pronto comenzarían a botar sus hojas porque el otoño se acercaba.

Abrí mi mano y moví los dedos de un lado a otro, jugando con mi magia, cuya energía salía en suaves ondas de color blanco mezcladas con un tono grisáceo casi negro. No tenía miedo porque también era propenso a la oscuridad, pero jamás pensé que se manifestaría de algún modo en mí. No quería que me afectara más de lo necesario porque no sabía de lo que era capaz con todo este poder.

Nadie sabía de esto, incluso Davina, porque decidí mantenerlo como un secreto y como tal, no había podido ocupar mi magia frente a los demás, lo cual me frustraba un poco porque ya me estaba acostumbrando a ella.

Cuando escuché la puerta de la habitación abrirse, apreté la mano en un puño y la magia desapareció de inmediato. Me asusté por un segundo, pero luego me di cuenta que la única que entraba allí era Davina.

—¿Te encuentras bien? —preguntó.

—Estoy un poco cansado, hoy tuve una mañana agitada en la academia. ¿Ya se fueron los York?

—Se marcharon hace unos minutos. ¿Sabes si April realmente quiere venir aquí? ¿Fui muy imprudente? Creo que no le caigo muy bien

—April hará lo que se le dé la gana —dije riendo un poco—. No te sientas mal, Dav. Ella es así. Además, tendrás a los otros York aquí y créeme que son todo un caso. De seguro, necesitarás ayuda.

—A veces me da miedo no poder con tantos niños y adolescentes.

—Pudiste con toda una ciudad y casi un país entero de no ser por esa famosa guerra. Eres impresionante. Claro que podrás con un par de nefilim. ¿Estás nerviosa por la ceremonia?

—La ceremonia —repitió con un tono nostálgico—. No he tenido una ceremonia desde mi coronación.

—Eso es mucho tiempo.

—Sí. Creo que estoy ansiosa, pero nada que no pueda controlar. Además, faltan un par de meses para eso aún.

—Una nefilim hecha y derecha.

—En mi defensa, ya soy nefilim. Solo seré parte de la alianza.

—Cierto —dije confundido—. Creo que me he dejado llevar mucho por la enseñanza que me han dado, lo siento.

—Está bien. ¿Cómo están los demás? ¿Adam cómo sigue?

—Está mucho mejor. Ya va a misiones aunque a muy pocas. Lo de Oliver le afectó más de lo que todos pensamos y que Will desapareciera de la nada fue la gota que derramó el vaso.

—¿De verdad no ha dado ni una señal de vida ese ángel desquiciado perfecto?

—Ninguna. Desapareció de la faz de la tierra. De seguro, esos arcángeles se lo llevaron porque así son. Poco les importa la seguridad de los humanos. Irónico ¿no?

—¿El qué?

—Ellos envían a los guardianes a cuidar de ciertos humanos, Adam, por ejemplo, y ahora lo dejaron desamparado.

—Los arcángeles son complicados. Nadie puede entenderlos.

—Ni que lo...—Me quedé en silencio cuando todo a nuestro alrededor comenzó a vibrar.

Tomé a Davina de la mano y corrí junto a ella hacia el pasillo para bajar con cuidado la enorme escalera que daba al primer piso del palacio. Todo comenzó a moverse fuertemente como si fuera un terremoto, pero estaba seguro de que no lo era.

Antes de salir, tomé la espada que traje conmigo de la academia y la sostuve firmemente en mi mano. Una vez afuera, Davina y yo nos mantuvimos lado a lado, mientras mirábamos hacia todos lados en caso de que algo atacara.

—No es un demonio —dije.

—¿Lo sentirías?

—Exacto.

Cuando el temblor se detuvo, de entre los árboles del bosque de al lado, salió una ráfaga de viento potente y tras ella, una chica usándola como escudo. Al verla mejor, me di cuenta que era Mia, quien usaba sus increíbles poderes de elemental.

De pronto, un grupo de hombres armados salieron también de entre el bosque, apuntando a Mia con sus pistolas. Ella les lanzó ráfagas de viento, provocando que muchos de ellos volaran por el aire y se estrellaran contra los troncos de los árboles.

Al ver esto, los hombres retrocedieron un poco, pero no vi miedo en sus reacciones, sino un desafío. Uno de ellos apretó el gatillo y la bala salió disparada hacia mi amiga tan rápido que no tuve tiempo de reaccionar. El miedo me traicionó y quise correr hacia ella, pero Davina me detuvo.

Mia se tambaleó un poco y sonrió de la manera en que un vampiro lo haría: alegría bañada de maldad. La bala que le dio en el hombro la hizo sangrar, pero con dos dedos la quitó y la herida comenzó a curarse de inmediato.

—No solo elemental, idiota —dijo ella.

—Sí, idiota. Por eso, el polvo de vez en la bala —dijo el hombre que le disparó.

El polvo de vea debilitaría a Mia, pero no al punto de dejarla inconsciente porque ella no era solo un vampiro y su lado nefilim la mantenía en pie. Sin embargo, ellos aprovecharían para ir por ella, así que no dudé un segundo en correr hacia allá.

Me moví lo más rápido que pude y golpeé a uno de ellos en el abdomen, pero usaba una armadura abajo que lo protegía. Me empujó, pero lo retuve y con la espada le golpeé la mano para que votase el arma.

Otros se acercaron también para golpearme, pero me defendí lo mejor que pude sin soltar la espada porque era lo único que me protegía. Eché un vistazo rápido a mi alrededor para ver que Davina también peleaba mano a mano con uno de los hombres, lo cual me enorgulleció. Al ver a Mia, casi se me salió el corazón porque el hombre que le disparó la agarró por los hombros e iba a golpearla. Esa distracción bastó para que los hombres a mi alrededor me tirasen al suelo y comenzaran a golpearme.

Lo primero que hice fue proteger mi cabeza y con la espada dar golpes hacia todos lados, pero eran muchos. Quise ocupar mi magia porque así todo sería más sencillo, pero tenía miedo de matarlos y que esa oscuridad que se había manifestado el último tiempo en mi me consumiera.

—¡Mia! —grité desesperado. Necesitaba que se defendiera de alguna manera, pero el polvo de Vea le estaba afectando más de lo necesario.

Ella me miró inmediatamente y se sacudió del susto al escuchar un fuerte gruñido; uno que hizo vibrar todo a su alrededor y que provocó un temblor hasta en el más pequeño de nuestros huesos. Aquel gruñido fue seguido por otros y allí entendí que probablemente moriríamos.


***

Al fin tenemos a Blas y miren nada más lo que le está pasando. ¿Mia en acción? Me encanta, debo decirlo.

¿Qué les pareció

Los Caídos #5 - La maldición del loboWhere stories live. Discover now