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La peliazul se encontraba sentada junto a un árbol, con un lápiz y papel en manos. Dibujando garabatos sin sentido porque cierta chica invadía sus pensamientos y no podía concentrarse para dibujar.
Una y otra vez se preguntaba porque aquella personita de ojos ámbar y cabello rosa causaba esa sensación en su cuerpo cada vez que estaba cerca.
Y como si fuera para peor, la vio a lo lejos. Con su sonrisa radiante de siempre y caminando junto a un chico de cabellos rojos.
Sintió una punzada en el medio del pecho y con las lágrimas al borde de escapar por sus ojos oscuros se levantó, tomó sus cosas y corrió al baño.
Mojó su cara con agua fría.
No entendía lo que le pasaba, nunca había tenido sentimientos tan indefinidos hacia una persona.
Por más que quería dejar de darle vueltas al asunto, no podía. Era tanta la necesidad de saber que le pasaba con aquella chica que ella misma bloqueaba sus sentimientos.
Respiro profundo y salió del baño, dispuesta a llegar a casa lo más rápido posible.
• • •
Caminaba con la mirada perdida en sus pies. Y para su mala suerte el día estaba nublado, amenazaba con llover.
—Este día no puede ser peor— hablo para si mientras se ponía la capucha, ya que varias gotitas empezaron a caer del cielo.
—¡Aoi-chan! ¡Vas a empaparte toda!
Reconoció esa voz y maldijo por no haber traído paraguas. Si lo tuviera, ella no le hubiera hablado.
—Mina, gracias— sonrió tímidamente mientras veía como la contraria extendida el paraguas para las dos.
—Supe que iba a llover pero de igual manera olvidé mi paraguas— río nerviosa, estar cerca de aquella chica la hacía mucho más tímida de lo normal.
—No te preocupes— giro su cabeza para ver a la de obres negros —Te puedo acompañar a tu casa si quieres— sus ojos se achinaron a causa de su sonrisa.
Quizá la pelirosa no lo notaba pero sus rostros estaban a escasos centímetros. Aoi no quitaba la mirada del suelo.
—Mina— la llamó sin mirarla.
—¿Si?— por otro lado la de cuerpo rosado iba muy feliz saltando los charcos y tarareaba de vez en cuando alguna canción.
—Tu y Kirishima-san ¿Son algo-o?— su voz se entre cortaba y un nudo aparecía en su garganta de solo pensar en la respuesta.
—¡Si!— sintió otra puntada en el pecho —¡Somos mejores amigos!
—¿En serio?— giro a ver a la oji ámbar sorprendida y el nudo en su pecho se iba aflojando.
