Parte 1: Fantasma del pasado

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Tranquilamente sentado en su asiento, tomando una copa de vino que acompaña su cena espera lo inevitable. Realiza una pequeña mueca por las pequeñas heridas producidas tras el enfrentamiento con Baba Yaga. Enfrentamiento del cual pudo escapar por los pelos gracias a sus hombres, para luego poder refugiarse en la seguridad del Continental. Pues todos saben que allí no se pueden romper las reglas y menos la regla de oro: nada de negocios en el Continental.

Asomándose en lo alto de las escaleras aparece el emisario de la muerte y tras localizar a su nueva víctima se dispone a bajar las escaleras. De manera lenta, sin mostrar expresión alguna a pesar de las múltiples heridas llega al final de éstas. Con paso irregular, pero firme se acerca sin despegar sus ojos del hombre sentado.

En la barra un observador Winston no pierde detalle de la situación, percatándose de que su amigo lleva un arma, y no hace falta ser muy listos para saber que puede ocurrir. Más al ser su amigo, al conocerlo, al saber que no puedes engañar al propio diablo que encarna a aquel asesino que no despega sus ojos del moreno que cena.

Con parsimonia, el moreno degusta su plato mostrando una sonrisa llena de confianza sabiendo que se ha salido con la suya.

Burlar al diablo.

– Grasa de pato, un sabor exquisito. – Se regodea el moreno intentando no mostrar el escozor de sus heridas, intentando mantener esa apariencia de tranquilidad cuando en realidad teme al observar a BabaYaga enfrente de él.

– Jonathan. – Llama Winston temiendo lo que pueda pasar, intentando convencer a su amigo con su apacible voz.

– ¿Has visto la carta que tienen? – Vuelve a hablar el líder de la Camorra observando como ahora Winston se aproxima un poco hacia el hombre armado. – Tienen muchas opciones.

– Jonathan escúchame. – Reitera Winston elevando su mano para poder captar la atención del hombre que está de pie ante Santino.

– Puedes quedarte mucho tiempo, sin repetir nunca la misma comida. – Sugiere presumiendo de su ingenio a la hora de haber escogido aquel lugar para refugiarse, creyendo que ese lugar le salvaría la vida.

– Jonathan... mejor déjalo estar. – Aconseja Winston sin apartar la mirada de ambos hombres. Y en cuestión de segundos Santino tiembla, tiembla porque esa mirada profunda procedente de BabaYaga solo expresa una cosa.

Muerte.

Traga difícilmente sabiendo cuál es su final y sin que nadie pueda evitarlo el asesino levanta su arma rápidamente con un solo objetivo.

El disparo se escucha mientras todos los pares de ojos presentes y pendientes del suceso se abren desmesuradamente. Santino no aparta su vista del asesino, la persona más impresionada del lugar observando su mano abierta, vacía, sin su arma.

Una pequeña risa se escucha por parte de Santino D'Antonio al ver la expresión de su verdugo.

– Lo siento John, pero no puedes matarme. Porque para ello primero tendrías que matar a mi protector, o mejor dicho, protectora. Por favor querida, ven a cenar conmigo. – Reclama el hombre observando hacia arriba de las escaleras, acción que imitan los otros dos hombres.

Y es que en lo alto de la escalera se encuentra una mujer que empuña una glock de color negro, cuyo cañón aun está humeante tras el disparo que retiró el arma de la mano del asesino. La joven baja su arma dejando a la vista su rostro, ojos castaños, pelo del mismo color con mechas rubias. Labios rosados, rasgos marcados, mirada penetrante, belleza deslumbrante. Vestida con unos pantalones negros ajustados, una camisa blanca abierta un par de botones dejando ver su escote. Una chupa de cuero de color negro y para rematar unos botines con tacón del mismo color, los cuales resuenan con cada escalón que baja.

El corazón no olvidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora