Tic Tac.

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7 pm el agua escurría de la regadera mojando el césped y las flores del jardín, mientras la señora McLaren entonaba una dulce melodía moviendo su cabeza al compás y su cabello pelirrojo hacia revolotear sus rulos, el olor de la tierra húmeda llenaba sus fosas nasales y sus labios se encorvaban en una sonrisa haciendo sus arrugas imperceptibles.

8 pm un Ford Mustang del 1964 negro se estaciona en frente sonando la bocina, la hija mayor de los Roberts salía de casa con un vestido amarillo y una chaqueta de cuero negra acompañando su atuendo, subió al asiento del copiloto y las llantas rechinaron contra el asfalto dejando en el camino con una secuencia de gritos eufóricos.

9 pm el jadeo constante de Spike dejaba un recorrido de babas que emanaban de su hocico y las garras de sus patas chocaban con la acera, la respiración coordinada de Bradley con el ritmo que producía su corazón y las leves gotas de sudor que desprendía su frente hasta llegar a sus ojos, daban su rutinario trote nocturno alrededor de toda la cuadra, esta era la cuarta y última vuelta que daban antes de volver a casa.

10 pm el agente McKenzie llegaba en la patrulla policial, las sirenas estaban apagadas pero el ruido de motor fue inconfundible para Bertha, McKenzie descendía de la patrulla ajustando su cinturón y liberando el aliento sobre su mano derecha para olerla, con su inseparable espejo veía su reflejo y acomodaba con prolijidad sus mechones castaños hacía atrás, seguidamente sacaba la llave y la introducía en la cerradura como si aquella fuera su casa, Bertha lo recibía con una radiante sonrisa y planto un apasionado beso en sus labios antes de tirar de su mano para adentrarlo en casa, el anillo de matrimonio no existía para Bertha cuando Matthew estaba fuera de casa en viajes de negocios.

11 pm la joven Lindsey salía por la ventana de su cuarto y descendía con agilidad por el árbol junto a su ventana, sus converse negras eran inconfundibles, su cabello atado en una cola alta y desprolija, unos ligeros mechones de su cabello negro con tintes rosa revoloteaba y se adherían a su frente sudorosa por el esfuerzo que le tomaba bajar por el árbol que ella misma había plantado hace 16 años atrás, al llegar al suelo con seguridad se aseguró de que nadie la hubiera visto y echo a correr hasta perderse de vista.

El constante Tic Tac del reloj producía un eco en la habitación, el pitido de la tetera resonaba en las paredes hace más de media hora, la ligera respiración se complementaba con todos los sonidos dentro de la casa como si estuviera perfectamente calculado, la mirada sin rumbo y el brillo que habían perdido esos ojos exhibía un escenario perturbador, en el regazo del viejo el periódico del día estaba perfectamente doblado y alineado con sus rodillas.

Sentado en su antiguo sofá de cuero café estaba el viejo, su palidez comenzaba a hacerse notoria y podría ser hasta cómico el hecho de que su cabello blanco empezara a camuflarse con su piel, ese pensamiento pasó por la mente del hombre que soltó una sarcástica risa y volvió a la compostura de inmediato, el hombre se encontraba admirando los vacíos ojos del viejo hace un buen rato perdiendo totalmente la noción del tiempo, con una rápida mirada vio el reloj que se encontraba en la pared y calculo el tiempo que tenía. Con una sonrisa en la cara al darse cuenta que aún tenía tiempo, camino hacia la cocina con pasos lentos y métricos, sus guantes negros tomaron el aza del estante sacando una pequeña taza cerámica para té y apago el fuego de la cocina donde estaba la tetera que dejo de emitir el pitido instantáneamente, dejo la bolsita de té dentro de la taza y vertió el agua, con la cuchara para té dejo dos terrones de azúcar y disolvió todo el contenido, soplo el líquido humeante y levanto la silla para no emitir un chirrido, se sentó dejando su pierna izquierda sobre la rodilla derecha en dirección al sofá donde se encontraba el viejo, una sonrisa orgullosa y nostálgica asomaba sus labios.

Dio un último sorbido al líquido y con el mismo cuidado se levantó de la silla, se preocupó de lavar la taza cerámica y la cuchara para té, dejo todo donde estaba y se dirigió al viejo nuevamente, sintió que la mirada del viejo era desaprobatoria y negó con la cabeza.

— Tienes un gusto admirable hombre, gracias por permitirme probar una deliciosa taza de té. Espero venir más seguido a visitarte y compartir una encantadora tarde contigo.

El hombre tomo su boina y gabardina del perchero, con pasos seguros fue hasta la puerta principal y se marchó dando una última mirada al viejo, le dio un cordial saludo de despedida y salió de la casa, dejando tras de sí un triste escenario. Dentro de un tiempo el olor a descomposición predominaría, opacando el encanto hogareño del lugar.

Desazón.Where stories live. Discover now